CRISTINE FERRERA
No estaba acostumbrada al sabor del alcohol, pero este sabía peculiarmente dulce y no pude evitar acabarme mi copa, cuando Rinaldi estaba a punto de tomarla, nos abordó Zafrina, quien parecía algo entonada y disfrutando del gran éxito en París.
—¡Cristine! ¡«Mio bella Cristine»! —Se acercó con los brazos estirados y me estrechó con cariño.
Alcancé a notar a lo lejos la mirada déspota de Daelyn, no estaba muy feliz con ver a nuestra jefa dándome amor a mí cuando ella se la pasaba caminando detrás como su perra faldera. No pude aguantar las ganas de sonreírle y guiñarle un ojo.
—¡Ven! ¡Necesito hablar co