Vuelvo a tocar mi vientre y me inclino buscando alivio, esto duele demasiado.
— ¿Estás bien? ¿Quieres que te lleve al hospital? — De repente, todo ha vuelto a la normalidad.
Seguimos caminando y mi hermana sigue con su teléfono, no sé qué tanto hace.
— ¿Has logrado convencer a Milo de que no hable? — No tengo la menor idea de lo que habrá respondido o si no lo ha hecho.
Reviso mi bolso y mi ropa y me doy cuenta de que no tengo el teléfono ¡Lo que me faltaba!
— Escríbele tú, por favor. He dejado mi teléfono en casa — Sigo buscando, pero no lo encuentro.
— No tengo su número — Me quedo mirándola como si fuera culpable de toda la corrupción del mundo — ¿Qué pasa? Es solo el amante, tengo los números de los novios oficiales y esposos — La vuelvo a golpear en la cabeza y observo el camino.
Viene un coche a una velocidad un poco lenta, debe conducirlo un abuelito.
Levanto las manos, como si estuviera haciendo autostop, esto es ridícu