— ¿Cuánto quiere? — Ya no sé qué decirle al hombre vestido de Papá Noel en el centro comercial.
He pagado para que una señora me dejara pasar y hablar con él y al hombre solo le preocupa su trabajo. Lo que comprendo.
— Le damos diez mil euros y yo lo reemplazo mientras vuelve — Dice Milo y el hombre lo mira como si de verdad se le hubiese aparecido Papá Noel.
Llego corriendo y todos nuestros familiares y, al parecer, el triple de curiosos esperan enterarse de lo que va a pasar con la mi niña, y el Papá Noel al que he puesto al corriente de la situación se inclina para hablar con mi hija. Litia se pone de pie y se acerca a mí.
— Gracias — Susurra. Inclino la cabeza y me alejo.
El hecho de que acepte a mi hija y haga todo lo que esté a mi alcance para hacerla feliw, no significa que haya perdonado a su madre.
— ¡Jo! ¡Jo! ¡Jo! ... Azara, soy Papá Noel y sé que has pedido un regalo muy especial, el cual