Mientras Elysia se desvanecía en un sueño profundo, el vacío de la prisión resonó en su mente. En la oscuridad, Arius, el ser que había guardado su sacrificio en silencio, empezó a sentir cómo las cadenas que lo mantenían cautivo comenzaban a ceder a su voluntad. Había esperado este momento, había esperado su despertar. Pero eso solo implicaría que la habían traicionado.
Porque la profecía no estaba equivocada. La última titán, la diosa olvidada, reclamaría su destino, y con ella, él sería liberado.
Y cuando se liberaran, el Olimpo caería.
El sonido del viento soplaba con fuerza dentro de la celda oscura, como un susurro lejano, mientras Elysia yacía inconsciente, pero en lo más recóndito de su mente, algo comenzaba a despertar. Una presencia que siempre había estado allí, aguardando, como una sombra en los rincones más oscuros de su alma.
Arius.
Elysia soñaba con él, su imagen surgiendo a través de los recuerdos fragmentados, de momentos que nunca había olvidado por completo, aunque