La luz dorada del atardecer bañaba la Tierra de los Titanes, tiñendo las montañas con matices naranjas y violetas, como los relucientes ojos de los Titanes, como si el cielo mismo celebrara el regreso de Elysia y Arius a este lugar olvidado por los dioses. Mientras caminaban juntos por un terreno que respiraba poder antiguo, la quietud del paisaje ofrecía una paz que Elysia nunca había conocido. Cada paso que daban parecía deshacer los años de oscuridad, como si la misma tierra estuviera sanando las heridas que ambos llevaban en sus corazones.
Arius la observaba con una atención cuidadosa. Sabía que su presencia era un recordatorio constante de lo que ella había perdido, y aunque su amor era el anhelo que los había unido a través de los siglos, no quería presionarla demasiado. **Este era su espacio, su refugio**, y Elysia necesitaba tiempo.
Ella lo sentía. A pesar de la tormenta de recuerdos y emociones que la embargaban, había algo en la mirada de Arius que le transmitía seguridad.