EMMA DALTON

RUSIA, MOSCÚ

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Lo más sensato ahora mismo sería irme de aquí, no sin antes darle un par de guantazos a este hombre que me tiene aquí en contra de mi voluntad. Escupirle a la cara por atreverse a acercarse tanto a mi, o quizás deba seducirlo hasta que caiga rendido a mis pies y salir corriendo de aquí. Sin embargo, ningúna de esas opciones son viables, primero; porqué si estoy aquí es por culpa de ese bastardo de Vasíliev, segundo; porque si estoy en este lugar es porqué ha estado cuidando mis heridas, unas que él no hizo, unas que no me ocasionó, y tercero; porqué necesito ver a mi mejor amiga y saber que ella está bien. A pesar de haber discutido, solamente necesito verla nuevamente.

Y por último, porqué su cercanía es la que me reconforta en partes iguales más que cualquier otra cosa en el mundo.

— ¿Recuerdas algún rostro? — pregunta pausadamente, como si no quisiera asustarme — Quiero entender qué sucedió con ese imbécil, para que te hiciera todo esto