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Que me devuelvan a mi mujer
Marcos Rivas
No sé cómo sigue uno respirando cuando le arrancan el aire. No sé cómo caminan las piernas cuando el corazón se queda quieto. No sé cómo mierda me mantuve de pie cuando vi el segundo video.
Si el primero me rompió. El segundo… me volvió salvaje.
Todo pasó tan rápido que mi mente no lo procesó de inmediato. Solo recuerdo la voz de Salvador. El temblor en los labios de Isabella. El rostro pálido de Luciano. Y después… el sonido del teléfono reproduciendo la imagen más espantosa de mi existencia.
Renata. Mi Renata, mi pequeña niña. Con su rostro hermoso hinchado.
Con sangre en la comisura de su boca. Y ese hijo de perra… Jason, riendo.
Riendo como si nada. ¡Como si ella no fuera un ser humano!
Como si fuera un maldito objeto. Un trofeo por haber vencido.
Y luego la golpeó.
Dios. Lo hizo con tanta fuerza… Que su cuerpo se dobló hacia un costado y luego cayó.
Como un muñeco. ¡Como si ya no tuviera alma!
No reaccioné. No pensé.
Solo me levanté. Y