CAPÍTULO 14

En el Reino de las Invisibles

Renata Lennox-Spencer

Podría decir que fue la forma en la que Isabella me evitó al día siguiente. ¡Como si me temiera!

Podría decir que fue su voz bajita cuando le ofrecí un café y me respondió con un hilo de aliento, que así estaba bien, que no quería.

Podría incluso mencionar cómo se escabulló de la oficina a la hora del almuerzo para no ir conmigo como siempre.

Pero la verdad, supe que algo iba mal cuando la vi con los ojos vidriosos… y no fue por alergia.

La seguí, como si fuera un investigador, la busqué por cada rincón de la empresa y cuando ya me rendía pase por recepción y por inercia mire afuera y la vi sentada sola, así que Salí y camine hasta ella y sin invitación alguna me senté a su lado, y me percaté que estábamos en el parque que mi madre mandó a construir cuando era niña.

Sin decir nada, me quedé a su lado, esperando que se abriera. Pero Isabella es de esas personas que han aprendido a callar para sobrevivir. Y todos sabemos que el callar
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