El eco de sus palabras resonó en el silencio de la habitación, cargado de una intensidad que la dejó sin aliento. "Nos perteneces ambos y vas amarlo al grado de dar tu vida por la de él." La idea de compartir su amor, su cuerpo, con alguien más que no fuera Ares, le resultaba inconcebible, una traición a la conexión profunda que los unía.
Se separó de él, sentándose al borde de la cama, sintiendo el peso de la profecía sobre sus hombros. El destino, implacable, la había unido a dos almas gemelas, dos mitades de un mismo ser, y ella debía aceptar ese lazo, por doloroso que fuera.
—No puedo, Ares —dijo, con la voz quebrada—. No puedo amar a Jackson. Él es tu hermano, tu otra mitad, pero no es tú. No siento nada por él, solo... lástima.
Ares se levantó de la cama, acercándose a ella con pasos lentos y deliberados. Su mirada, intensa y penetrante, parecía leer sus pensamientos más profundos.
—No te pido que lo ames como me amas a mí, mi amor —dijo, tomando su rostro entre sus manos