—Amelia... —Pronunció su nombre como si escupiera veneno. La voz de Tarvos retumbó entre las paredes de piedra. —Cuando te vi, pensé… ¿Cómo es posible? Te creí comida por los cuervos. Te vi caer en el sacrificio. Ahora entiendo por qué todo este desastre, como siempre tú deshonrando nuestra existencia
Ella no retrocedió. Aunque el odio de Tarvos era tangible, como un muro que golpeaba su pecho trancándole el oxígeno. Pero, aun así, Mia enderezó los hombros, poniendo la frente en alto. El traje blanco de reina de Velkan, todavía manchado de barro y ceniza, en ese momento pareció brillar en.
—Subestimaste mi capacidad para sobrevivir. —Respondió Mia con altivez. Sus palabras no eran un susurro: era un desafío tallado en piedra.
Tarvos cerró los puños. Ignoró a Deimos como si fuera un mueble más al avanzar, con sus botas marcando un compás de guerra.
—¿Sobrevivir? —Repitió la palabra como si le quemara la lengua. —¿Y ahora te pavoneas aquí… vestida de reina? No te olvides de la porquer