Los días en Velkan pasaban con una normalidad casi inquietante. El cielo siempre estaba despejado, lleno de nubes pomposas y aves cantando desde el amanecer, la brisa suave acariciaba los campos y el sol doraba las copas de los árboles. Para cualquiera que no hubiera huido de un reino en ruinas, sería difícil imaginar que el peligro aún los acechaba porque Aamon seguía cerca, esperando el momento oportuno para atacar.Pero para Mia, esta paz era frágil, una calma tensa que podía romperse en cualquier instante. Desde su llegada, la organización de los refugiados había avanzado sin complicaciones. Las familias estaban establecidas en los refugios, los soldados patrullaban los límites, y los líderes del reino ayudaban a fortalecer las defensas. Todo estaba bajo control. Pero lo que más la inquietaba no era el enemigo que acechaba afuera. Era el que cargaba consigo. Seth, quien parecía estar colgado de su cuello con una cadena.La luna bañaba Velkan con una luz plateada cuando Mia salió d
El viento nocturno acarició el rostro de Mia, pero no logró aliviar el fuego que ardía en su pecho. Las palabras de Deimos resonaban en su mente como un eco imborrable. "Todavía lo amas." ¿Era cierto? ¿Acaso todo lo que había construido con Deimos en esta nueva vida era solo una ilusión, un refugio temporal mientras Seth seguía ocupando un espacio en su corazón?—No puedes decidir por mí lo que siento —Replicó Mia, apretando los puños—. Seth es... complicado. Pero eso no significa que lo ame. No de la manera en que tú piensas.Deimos se apoyó contra la barandilla de la torre, con su silueta recortada contra el cielo estrellado. Por primera vez, Mía notó el cansancio en sus ojos, la sombra de algo que se parecía demasiado a la resignación.—No se trata de lo que digas, Mia. — Murmuró. —Se trata de lo que haces. Cada vez que él está cerca, te tensas. Cada vez que hablas de él, hay algo en tu voz que no está cuando hablas de cualquier otra cosa. Incluso ahora, estás defendiéndolo en luga
Durante las semanas posteriores a su discusión con Deimos, Mia había observado a Seth, esperando ver alguna mejoría, algún indicio de que su lobo finalmente estaba sanándolo. Pero cada día que pasaba, su estado seguía igual, o incluso peor. La fatiga se reflejaba en sus ojos, las sombras bajo ellos se hacían más profundas, y su piel, aunque estaba cubierta con vendajes, mostraba nuevas heridas cada vez que ella lo veía de cerca.Al principio, había creído que era la falta de energía, el desgaste de todo lo que habían pasado. Pero luego, cuando el patrón se hizo evidente, la verdad golpeó su pecho con una fuerza brutal. Seth no estaba sanando porque no quería sanar.Y cuando Mia descubrió la verdad, sintió que algo dentro de ella se rompía.(***)Fue una noche como cualquier otra cuando la sospecha se transformó en certeza. La luna iluminaba los muros del castillo de Velkan con su resplandor plateado, y Mia, incapaz de dormir, caminaba por los pasillos en busca de respuestas. Algo en e
El grito de Seth resonó en la habitación mientras los soldados lo sujetaban con fuerza, sus músculos tensándose en un intento inútil de liberarse. Pero su cuerpo ya no respondía como antes. Estaba débil. Consumido. No por heridas de batalla, sino por la guerra interna que él mismo había creado. Mía sintió que el peso de lo que estaba haciendo la aplastaba. Sabía que Seth lo vería como una traición, como una sentencia que lo condenaba a la separación definitiva. Pero no podía permitir que siguiera destruyéndose, no así. No de esta manera.—¡Déjenme ir! —Rugió Seth, la desesperación en su voz era como un cuchillo hundiéndose en el pecho de Mia.Liam, su Beta, sostuvo el brazo de Seth con fuerza, evitando que se liberara.—No vamos a hacerlo, Seth. —Dijo con dureza. —No puedes seguir así.Seth giró su rostro hacia Mia, sus ojos encendidos con algo que ella no había visto en mucho tiempo. No era rabia. No era dolor. Era miedo.—Mia… —Su voz se quebró, casi un susurro. —Por favor. No me ob
Mia caminaba por los pasillos del castillo con pasos cuidadosos, guiando a Seth hacia una habitación que él aún no conocía. No había hablado demasiado desde que decidió traerlo aquí. Él tampoco había preguntado. Solo la seguía, con una quietud melancólica que lo envolvía como una sombra. Cuando llegaron a la puerta, Mia se detuvo por un momento, con su mano descansando sobre la madera fría de la puerta. Luego, sin decir una palabra, la empujó lentamente, revelando el interior.La habitación estaba bañada por la suave luz de las lámparas cálidas y coloridas. Cortinas ligeras cubrían las ventanas, dejando entrar la brisa nocturna sin perturbar el espacio. En el centro, sobre una cuna de madera tallada con esmero, Ayla dormía profundamente, su pequeño cuerpo estaba envuelto en mantas suaves. Seth se quedó congelado en el umbral.Mia no dijo nada. No tenía que hacerlo. Solo dio un paso al costado, permitiéndole entrar. Él avanzó con cautela, como si temiera que cualquier movimiento brusco
El abismo del infierno se extendía más allá de la percepción mortal, era un océano de sombras en constante movimiento, una estructura sin límites donde el tiempo no tenía significado. No había luz, no había esperanza. Solo el rugido de los condenados, el crujido de los huesos de antiguos dioses olvidados, y el aliento sofocante de criaturas que no debían existir.En el corazón de este vacío, Aamon observaba.Su silueta era más que una presencia física, era una manifestación de poder puro, una sombra sin límites ni forma concreta, capaz de proyectarse en la mente de aquellos que estaban al borde de la desesperación. Y ahora, su atención estaba sobre Seth, sobre el alma rota que aún se aferraba a fragmentos de una vida que ya no le pertenecía.La voz de Aamon resonó en el abismo, profunda, reptando por cada rincón de la oscuridad, sin necesidad de sonido."Siempre supe que caerías, Seth."El aire en el infierno se fracturó con sus palabras, y las llamas más antiguas titilaron como si te
Amelia observaba atentamente la expresión ausente del hombre frente a ella, mientras sentía una extraña punzada en su pecho. Recién había escuchado la voz nasal de Lilly a través del teléfono de Seth, que había puesto el altavoz por error. Estaba enferma, y el pelinegro, por supuesto, se ofreció a cuidarla. Pero había algo que debía terminar…Esa noche Amelia estaba en su periodo fértil, y era de suma importancia que concibieran a un heredero lo más rápido posible. Cuanto antes quedara embarazada, antes podría deshacerse de ella. Después de llevar a cabo el coito más malo y torpe de toda su vida, Seth se levantó rápidamente para darse una ducha, sintiendo que necesitaba lavarse para quitársela de encima. Al salir del baño, notó que Amelia lo miraba tranquila, pero claramente estaba fingiendo, Seth pedía oler su tristeza a kilómetros, así que se acercó a ella y depositó un casto beso en su frente.—Eres la luna más hermosa del mundo. — Musitó. Sus palabras eran dulces, pero a la vez s
Con el alba, los empleados de la mansión comenzaron con los preparativos pertinentes para la gran cena de esa noche. Todos conocían perfectamente el mal carácter del abuelo y el padre de Seth: Tarvos y Magnus Winchester. Dos hombres despiadados y sombríos a los que todos les temían. Cuando el reloj marcó la hora de inicio para el banquete y Seth no había aparecido, todos los sirvientes presentes no tardaron en ponerse inquietos ante tal embrollo, conociendo muy bien el caos que se avecinaba.El reloj marcó las ocho y cinco, cuando Magnus, el padre de Seth abrió su boca para romper el silencio.—¿Sabes dónde carajos se ha metido tu marido? —Inquirió con autoridad, su voz grave resonando en la habitación.Amelia bajó la cabeza a la par de su mirada que se posó en sus manos. Ella no se atrevía a mantenerle la mirada ni por un segundo, pero no podía ser descortés, así que respondió como pudo.—Seth… Él… —Tartamudeó ligeramente—. Él ha estado muy cargado de trabajo estos últimos días.Magn