La tormenta seguía rugiendo afuera, pero dentro del gran salón, algo había cambiado. La sombra en los ojos de Seth se disipó, y aunque su rostro aún reflejaba el peso de la verdad que acababa de descubrir, una nueva resolución se aferraba a él. Mia lo vio exhalar profundamente, como si, por primera vez en mucho tiempo, pudiera pensar con claridad.
—Hazlo. —Dijo Seth con voz firme. —Llévalos a Velkan, resguárdalos. No podemos permitir que Aamon tome Blood Moon y destruya todo lo que hemos construido.
Mia asintió sin perder tiempo. Su mente ya estaba funcionando en automático, calculando las rutas, los soldados que los acompañarían, y los líderes que debían coordinar la evacuación. No había margen de error.
Se giró hacia la puerta y se fue directo a reunirse con los comandantes que aguardaban en la entrada del salón.
—¡Evacuación inmediata! —Ordenó con la autoridad de quien no podía darse el lujo de dudar. —Todos los habitantes del reino se moverán hacia Velkan. No podemos proteger dos