Capítulo 49

En el momento en que Atenea tocó el borde del pozo, el suelo exhaló, un suspiro silencioso y hueco, como si el mundo mismo se estuviera preparando.

Y entonces algo dentro de ella cambió.

—Atenea, retrocede un poco —dijo Ragnar desde detrás de ella. Estaba demasiado cerca de esa cosa maldita.

Una oleada de sensaciones recorrió su pecho en espiral, no viento, sino recuerdo. No recuerdo, sino magia. La inundó como humo a través de un recipiente hueco. El bosque a su alrededor se balanceó como si estuviera atrapado en un sueño, y los árboles se deformaron, se encogieron y se estiraron. El tiempo se deshizo en un solo pulso abrasador.

Entonces golpeó.

No una ráfaga, no una explosión, algo más frío. Una voluntad más antigua que los dioses. Dedos invisibles la agarraron por las costillas por detrás y la empujaron hacia adelante, no lejos del pozo, sino dentro de él.

Un grito escapó de sus labios cuando Ragnar se lanzó hacia adelante, tratando de agarrarla.

Atenea no cayó al pozo. Fue devorad
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