Corazón de una Manada II
El olor a pan recién horneado los recibió antes incluso de llegar a la cocina. El edificio era amplio, con un techo alto atravesado por vigas oscuras y ventanales empañados por el vapor. Adentro, el calor era sofocante y acogedor a la vez. Varias mujeres se movían entre hornos y mesas, amasando, cortando, sirviendo, mientras una corriente de voces se mezclaba con el chisporroteo de los fogones.
Charlotte saludó a varios con un gesto y besó la mejilla de una mujer ya entrada en años, se abrió paso entre la multitud como si ese lugar fuera su segundo hogar.
-Aquí es donde ocurre la verdadera magia -Dijo, tomando un trozo de pan y dándoselo a Ana sin pedir permiso. -Prueba eso.
Ana obedeció. El pan aún estaba tibio, y el sabor a manteca y hierbas le hizo cerrar los ojos un instante.
-No te creo… es pan, pero está tan bueno. -Murmuró.
Charlotte sonrió, satisfecha. -Entonces ya sabes por qué todos los caminos en Imperial terminan en esta cocina.
Se acercaron a una