Bastiaan dio una respiración profunda, porque ya sabía lo que se le venía.
—¿En dónde están mis cosas, Bash? —Cara quiso saber con voz enojada—. Quiero irme de esta casa ahora mismo.
—Pedí que te cambiaran de habitación… y no, no puedes irte…
—¿Cómo que no puedo hacerlo? —cuestionó frunciendo el ceño.
—¿En dónde te quedarás? —la miró haciendo una mueca con la boca—. Además de que no conoces la ciudad.
—Pero no puedo quedarme aquí —ella alzó las manos en exasperación— ¡Tu madre no me quiere aquí!
¿Cómo explicarle que dejarla ir no sería posible? Porque no quería hacerlo, así de simple. Estaba seguro de que ella no lo iba a entender.
—No le hagas caso…
—Si lo hago, esta es su casa y yo soy una paracaidista.
Bastiaan rompió la distancia entre ellos, la tomó de la cintura y de manera inmediata buscó sus labios.
—Estás muy equivocada —expresó cuando rompió el beso, y luego posó su frente sobre la suya —. No lo entiendes, ¿cierto?
—La verdad que no, vas tan rápido que no puedo seguirte