06. MI HÉROE MISTERIOSO

ISABELLA

Esquivé lo mejor que pude, pero seré completamente honesta, ya me veía con una desfiguración facial.

Me encontraba herida, tenía mucha menos fuerza que ella y estábamos demasiado cerca.

Mi pierna no respondía bien y sus casi 1.78 m se impusieron sobre mis precarios 1.65 m.

Subí los brazos como protección, intentando empujarla y salirme de la encerrona.

El sonido chirriante de las garras clavándose en la pared resonó al lado de mi oído derecho.

Su otra mano fue directo a mi garganta, cortándome la respiración.

—Suel… táme… —luché clavándole las uñas en el brazo.

Su rostro se inclinó sobre el mío, con los caninos afuera y el peligro asomando a sus ojos lobunos.

—Él es mío, métetelo en tu cabeza de puta barata —escupió en mi cara con odio.

La presión en mi cuello aumentaba mientras me subía por la pared.

Era fuerte, joder, y yo estaba tan agotada.

—El príncipe me pertenece y si no te destrozo ahora mismo tu cara de idiota, es para no darte más importancia. Pero disfruta tu maldito momento de fama, estúpida Omega…

Se inclinó a mi oído y la respiración casi no me pasaba por la garganta.

Puntos negros bailaban frente a mis ojos.

—Porque cuando seas olvidada yo estaré ahí y me las voy a cobrar todas. Haré de tu vida un jodido infierno. Prepárate…

Sus ojos miraron a los míos tan cerca que casi podía ver el destello peligroso de su loba.

Su aura de Alfa salía a aplastarme sin piedad, a exigirme sumisión.

Levanté la pierna como un último intento de patearla, pero los músculos no me respondían.

Estaba a punto de desmayarme.

Mis pies colgando en el aire, sus uñas clavándose en mi cuello.

Mis manos aferradas a sus muñecas, luchando, y mi loba hacía lo que podía por resistir.

—Vete… a la… m****a… —logré articular entre dientes.

Thera no se dejaba domar por esa loba Alfa.

Supe que era idiota provocarla más, pero no pude evitarlo.

—Creo que no estás entendiendo el punto aquí… —su sonrisa tan maligna presagiaba peligro.

Levantó la mano libre y las garras, aún embarradas del yeso de la pared, se irguieron sobre mí.

—Al final me obligaste, zorra asquerosa…

Sentenció y cerré los ojos esperando el dolor que me desgarraría toda la piel.

Sin embargo, algo sucedió que la hizo detenerse y la presión en mi cuello cedió enseguida.

—¿Qué está sucediendo aquí? —una voz ronca y autoritaria resonó en el pasillo.

Caí de rodillas al suelo cuando ella se alejó.

Tosiendo, con la cabeza baja y las manos en la garganta, haciendo sonidos de ahogo.

—Nada, profesor… solo tuvimos un pequeño altercado —la escuché responder haciéndose la inocente.

—En esta Academia las disputas se resuelven en la arena o en el entrenamiento, no golpeando a otras estudiantes en los pasillos —la aleccionó con severidad.

Ella ni siquiera se disculpó. Era una creída, seguro de alguna familia rica e influyente.

—Márchate hacia el hall de recibimiento y ahí te indicarán tu dormitorio.

Escuché los pasos de la tal Miska alejándose y sabía que este solo era el principio de la calamidad.

El plan de pasar desapercibida se fue al garete por los caprichitos de ese princeso.

Una sombra cubrió mi cabeza.

—¿Estás bien? —me preguntó esa voz que me pareció tan serena.

Levanté los ojos con mareo y ganas de vomitar, intenté hablar y ponerme de pie, pero mi cuerpo ya había dicho: “hasta aquí llegué.”

A veces olvidaba que era solo una Omega.

—Es… toy… —subí la mirada con las luces apagándose, mirando a un rostro masculino que me pareció tan maduro y confiable.

Ojos oscuros me examinaban preocupados.

Pocas personas en mi vida se habían preocupado por mí.

¿Quién era?

El mundo dio vueltas de repente y lo último que sentí fueron unas manos cálidas sosteniéndome.

*****

«¿Dónde estoy?

Fue la primera pregunta que me vino a la cabeza.

A mi alrededor se extendía un paisaje desierto.

“Creo que soñamos.”

Miré a mi lado asombrada al escuchar la voz de Thera.

Una hermosa Omega dorada paraba las orejas, alerta y curiosa.

“¿Un sueño?” Fruncí el ceño. Se sentía demasiado raro.

A nuestro alrededor se extendía una sabana de hierbas marchitas.

El cielo lleno de tormentas negras a punto de llover.

“Thera… ¿por qué estamos las dos juntas?”

“¡Allí! ¡Volví a ver la luz!” gritó de repente, comenzando a correr hacia los árboles lejanos.

“¡Thera!” rugí persiguiéndola.

Las hierbas marchitas y ennegrecidas golpeaban contra mis rodillas.

Los truenos creaban una sinfonía inquietante, el viento pasaba por entre las ramas de los árboles retorcidos que se acercaban en la carrera.

“¡Thera, espera!”, la volví a llamar, pero mi loba estaba obsesionada con perseguir algo.

Entonces la vi… entre la niebla que se arremolinaba en la oscuridad.

Una luz brillante de color oro se movía inquieta.

Cuando nos descubrió comenzó a alejarse y, por mucho que la perseguimos… no pudimos reclamarla.»

Me levanté de golpe, sentada sobre un colchón.

Aún agitada, con la carrera del sueño a flor de piel, un poco desorientada.

Miré a las cortinas blancas que creaban un cubículo alrededor de la cama personal con sábanas blancas.

“Te trajeron a una enfermería” Thera me comunicó, tranquilizando los latidos de mi corazón.

“¿Qué fue ese sueño? ¿Lo recuerdas?” le pregunté recostándome a las almohadas y revisando mi tobillo.

“Sí, lo recuerdo y creo que no fue un sueño como tal. Es tu poder de Serafina despertando.”

Me asombré al escucharla.

Sentí el ardor en mi espalda donde la restricción mágica que me había puesto mi padre aún perduraba.

Grabada cruelmente bajo mi piel cuando tenía apenas 10 años.

El poder de la Serafina se manifestaba primero que nuestra parte animal, presente a los 18 años.

Pero jamás me entrenaron para usarlo o dominar mi don.

Solo me mutilaron para canalizar mi energía hacia mi hermana gemela.

Mi padre me informó que retiraron un poco el sello para permitirme fingir.

No sé cómo quiere que mantenga el puesto de Savannah si ni siquiera puedo serle completamente útil al príncipe.

“Al Alfa solo le interesa que le compres tiempo para ella. No importa el costo que tengas que pagar.” Thera dijo con amargura.

Bajé la cabeza sin responderle.

Me había cansado de esperar un cariño que jamás tendría.

Respeté y amé a mi padre más que nada en mi vida y solo obtuve maltratos. Me intimidó hasta convertir el amor en miedo.

“Estoy mejor. Vámonos.”

Hice por levantarme. En realidad, me sentía bastante bien.

El tobillo desinflamado y solo un poco de dolor de garganta.

La medicina aquí era de primer nivel.

Pero antes de poner los pies en el suelo para calzarme las zapatillas, escuché murmullos en el pasillo y unas sombras escurridizas pasaron de largo hacia la cama a mi lado.

—Sssh… apúrate, Erika, que la enfermera debe estar por regresar…

—Hoy se va a enterar esta maldita que con nosotras no se juega…

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