Primer Nivel

Lo primero que escuché al despertar fue la voz de Alfred llamándome. Su tono insistente hizo que saliera de mis placenteros sueños. Abrí los ojos y lo vi a mi lado, con su característica sonrisa y una erección mañanera.

- ¿Pretendes volver a llegar tarde? – preguntó en un tono divertido – no sé cómo aún no te despiden.

- Ya sabes, Artur no puede vivir sin mi – bromee refiriéndome a mi jefe.

- Si claro, levántate o llegaras tarde – dijo levantándose y entrando al baño.

- ¿Por qué hoy debe ser jueves? – me quejé mientras me levantaba desganada.

La siguiente media hora la utilizamos para bañarnos y vestirnos, Alfred se puso su traje de policía y yo opté por una blusa rosa pastel, unos jeans claros, unos botines y gabardina beige que se extendía hasta mis muslos.

Minutos más tardes nos sentamos en la cafetería de don P**e a tomar nuestra habitual taza de café caliente, antes de iniciar el día. El clima estaba más cálido, este día no parecía que llovería, solo algunas nubes que cubrían gran parte del cielo.

Al llegarse la hora de entrar al trabajo decidí marcharme, no sin antes sorprenderme por haber bebido todo el café de mi taza, lo cual jamás había ocurrido antes. Al final no le di importancia y decidí irme antes de que se hiciera tarde, de camino a mi auto me topé con don P**e, quien se encontraba limpiando unas mesas.

- Buenos días don P**e – lo saludé regalándole una sonrisa - ¿Cómo le va?

- Buenos días, jovencita, yo estoy muy bien ¿Y tú que tal estas? – me devolvió la sonrisa tan amable como siempre, P**e era una de las personas que más me agradaban, siempre tan simpático y bondadoso.

- Estoy bien, nos vemos luego señor – me despedí abriendo la puerta de mi coche.

- Adiós.

Me dirigí a mi trabajo y esta vez empecé el día sin el regaño de mi jefe, pues había llegado temprano por primera vez en mucho tiempo. Trabajé todo el día sintiéndome algo extraña, me estuve diciendo a mí misma que ese sentimiento era solo porque el día había iniciado de manera diferente, que no existía otra razón. Pero la verdadera causa de mi inquietud realmente era la llamada de la noche anterior. No lograba sacar aquella voz de mi mente, pensaba en que pasaría si la persona cumplía con su amenaza, si asesinaban a una persona ¿yo sería la responsable por no haber averiguado quién era?

Mi mente no paraba de martillearme con preguntas y acusaciones, me decía a mí misma que era una mala persona, que debía actuar, aunque sea por sospecha, si era una broma no perdería nada, pero si era real, viviría con el cargo de conciencia toda mi vida.

Al llegar el medio día tomé una decisión, no podía permitir que alguien muriese si en mis manos estaba salvar a esa persona, así que fingí estar enferma y pedí a mi jefe permiso para regresar a casa temprano, pero en vez de ir a casa, me dirigí a la estación de policías. Cuando llegué me encontré con mi mejor amigo, quien al verme se acercó con cara de preocupación.

- Leslie ¿pasó algo? ¿qué haces aquí? – preguntó al llegar conmigo.

- No ha pasado nada, es solo que… - no terminé de decir la frase, trataba de encontrar alguna manera de decirlo que no suene tan estúpido.

- ¿Qué? – arqueó una ceja.

- ¿Qué tal si lo de anoche es cierto? – cuestioné - ¿Y si alguien muere hoy? Será mi culpa por no haber hecho el mínimo esfuerzo para descubrirlo.

Lo vi pensar por unos segundos y luego me sonrió – esa es mi chica, siempre piensas en los demás. La verdad no creo que vaya a ocurrir nada, pero es mejor estar seguros.

Me sorprendió ver la madurez con la que tomó la situación, habría jurado que se reiría de mí y me diría que soy una tonta por creer esas cosas.

- Necesito ver al Detective Gutiérrez – le explico.

Asintió y me llevó a su oficina, antes de entrar tocó la puerta y esperamos hasta escuchar un “adelante”

- Buenas tardes, detective – lo saludé y tomé asiento.

- Buenas tardes, señorita.

Mis ojos se encontraron con los suyos, no tardé mucho en apartar la mirada y dirigirla a su cuerpo, iba vestido con una camiseta al parecer térmica, manga larga y cuello alto, de color negra, sobre esta, tenía un arnés de pistoleras en el cual traía dos armas, una a cada costado, debajo tenía un pantalón beige de tela con un cinturón y unos zapatos negros, los músculos se le marcaban por encima de la camiseta y tuve que regañarme mentalmente para dejar de mirarlo.

- ¿Qué la trae por aquí? – preguntó.

- imagino que ya debe saber ¿No?

- ¿A ocurrido algo nuevamente? – se apoyó en el respaldo de su sillón.

- No - respondí.

- Entonces no comprendo su visita

- Esa persona dijo que alguien moriría hoy ¿No va a investigar de quien se trata? – inquirí sintiendo algo de molestia.

- Sinceramente señorita Evans, entiendo su preocupación, pero según lo que me han dicho Bloodwood es un pueblo tranquilo, no ha habido un asesinato en décadas, de hecho, casi un siglo, entonces, es muy poco probable que ocurra ahora, así de la nada – decía todo aquello sin quitarme la mirada de encima – lo más probable es que le hayan jugado una broma pesada, solo eso.

- ¿Y qué tal si ocurre?

- Como periodista, entiendo que este tipo de situaciones le ayude en su trabajo, pero créame, no hay que alterar la paz de un pueblo como este por una simple llamada con amenazas vacías, que hasta ahora no se ha confirmado si realmente ocurrieron.

Esto fue la gota que derramó el vaso, sentí como el enojo recorrió mi cada parte de mi cuerpo y me levanté de golpe – no le permito que me falte al respeto haciendo ese tipo de insinuaciones, no necesito inventarme una historia como esta para escribir un puto informe, estamos hablando de la vida de una persona…

Alfred se levantó y puso su mano en mi brazo – cálmate, no puedes hablarle así – me susurró.

- No importa, de todas maneras, investigaré por mi cuenta, pero voy a advertirle una cosa, si realmente ocurre y alguien pierde la vida esta noche, quedará bajo su responsabilidad, lo destrozaré en un reportaje y le haré saber al pueblo la clase de policía que es – continué sin la mínima pizca de temor.

- Puede retirarse – fue la única respuesta que escuché salir de sus labios, pero antes de siquiera terminar de pronunciarlo yo ya estaba saliendo de su oficina con mi mejor amigo tras de mí.

Alfred caminó tras de mi llamándome, pero no me giré en ningún momento, estaba demasiado enojada para eso.

Al salir me tomó del brazo derecho y me hizo girar – espera, debes calmarte.

- ¿Escuchaste lo que dijo? ¿Quién se cree que es? – grité soltando mi ira – es un completo idiota.

- Lo es – me acercó a él y me abrazó, sentí como apoyó su barbilla en mi cabeza – no te preocupes por él, yo te ayudaré a investigar, además, aquí no tengo nada que hacer, por ahora.

Respiré profundo y me relajé, su abrazo era reconfortante -gracias.

- Bien ¿Por dónde quieres empezar?

- ¿Buscando a la persona que hizo la llamada? – no estaba segura.

- ¿Hasta qué hora dices que tenemos para encontrarlo?

- Hasta las 8 de la noche – le respondí mirando la hora de la llamada.

- ya es más de medio día, creo que es mejor encontrar a la persona que puede morir, ya que tenemos una pista ¿la recuerdas? – mientras hablaba me guio hasta su auto y ambos subimos, dejé el mío en el estacionamiento de la estación de policía.

- No la recuerdo bien, era algo sobre la emoción – dije tratando de recordar.

- ¿Emoción? – soltó una leve risita mientras encendía el auto – eso es justo lo que le hace falta a este pueblo.

- ¿Qué hay de emoción en este pueblo? -pregunté buscando en mi mente.

- ¿El bar? – dijo mientras giraba en una calle.

Lo miré incrédula - ¿Eso te parece emocionante?

- Cada uno se emociona con lo que quiere – dijo fingiendo indignación.

- Ajá – rodé los ojos - ¿Qué tal la feria? Eso es emocionante ¿no?

- Bueno también es una opción – respondió.

Pasamos toda la tarde en la feria, buscando cualquier pista, cualquier indicio que nos guiara en la dirección correcta. Todo estaba vuelto un caos, después de todo esa misma noche habría una rueda de prensa en ese lugar, donde el alcalde estaría hablando sobre los nuevos planes para el pueblo y se estaría celebrando el día en que nuestros ancestros llegaron a este lugar y formaron un pequeño poblado que ha ido creciendo con el tiempo. Por esta razón todas las personas corrían de un lado a otro arreglando el evento para esta noche, todos estaban en lo suyo y nadie parecía estar completamente tranquilo.

A pesar de nuestros esfuerzos nada parecía dar resultado y es que prácticamente buscábamos a una aguja en un pajar, era imposible encontrar a la persona que buscábamos con tan poca información.

- Esto es inútil – suspiró Alfred, con los brazos cruzados.

Pero aun así no nos rendíamos aún. Decidimos interrogar a algunas de las personas más importantes de la feria, aquellas cuyo trabajo estaba directamente ligado al espectáculo: malabaristas, ilusionistas, cantantes del pueblo, incluso al dueño del circo itinerante que se había instalado en la zona. Uno a uno, fueron desfilando frente a nosotros, respondiendo nuestras preguntas con rostros confundidos o ligeramente divertidos. Todos parecían ajenos a lo que realmente estábamos buscando.

El tiempo pasó rápido sin que nos diéramos cuenta, y el cansancio comenzó a pesarnos en los hombros. La noche llegaba y las personas empezaban a llegar al evento, pero para nosotros la emoción inicial se había desvanecido.

Cuando el reloj marcó casi las ocho de la noche, finalmente aceptamos la derrota.

- No hay nada aquí, Leslie. No vamos a encontrar respuestas en este lugar — dijo Alfred, con un tono de resignación en su voz.

- Ya lo sé, llévame a la estación para buscar mi coche y volver a casa, con suerte, esto será una broma y mañana nos estaremos riendo de haber pasado el día buscando en vano – dije con algo de esperanza.

Nos dirigimos a la estación de policía en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. La feria nos había dejado agotados y frustrados, y aunque nos negábamos a aceptarlo, sabíamos que no habíamos logrado nada útil.

Al llegar, Alfred se detuvo frente a la entrada y se estiró con un suspiro.

- Voy a darme un baño y luego te acompaño a tu casa para que busques algo de ropa -dijo, pasando una mano por su cabello despeinado.

Asentí, demasiado cansada para discutir. En realidad, me sentía más tranquila con él cerca, así que no me molestaba la idea.

- Está bien, no tardes mucho - respondí con una leve sonrisa.

Él se despidió con un gesto y se marchó hacia su casa para no perder tiempo. Yo, por mi parte, seguí de largo, dirigiéndome al estacionamiento trasero. Quería llegar a casa lo antes posible.

La brisa nocturna era fría, pero la humedad del ambiente la hacía pegajosa. Saqué las llaves de mi bolso y caminé entre los autos hasta donde había dejado el mío. Sin embargo, antes de alcanzarlo, una figura familiar apareció en mi camino.

Detective Gutiérrez.

Estaba apoyado contra su coche con los brazos cruzados, observándome con la misma expresión seria que siempre parecía tener en el rostro. Sus ojos afilados recorrían cada detalle con un análisis meticuloso, como si pudiera leer cada uno de mis pensamientos sin que yo dijera una palabra.

- Periodista - saludó con un leve asentimiento, sin molestarse en usar mi nombre.

Me detuve en seco, sintiendo una extraña mezcla de incomodidad y curiosidad. Después de nuestro conflicto era a la última persona que deseaba ver en aquel momento. Y ahora, aunque apenas nos soportábamos, su presencia tenía algo intrigante, algo que nunca lograba descifrar del todo.

-Detective - respondí con cautela, sosteniendo las llaves con fuerza.

- ¿Cómo le fue en su búsqueda?

- Creí que este asunto no era de su interés – le respondí con indiferencia.

- No lo es – afirmó – pero me resulta gratificante ver como trata de buscar historias donde no las hay.

Empuñé las llaves con fuerza tratando de contenerme y evitar el enojo, no pretendía caer en ninguna provocación.

-Buenas noches detective – me limité a decirle con una falsa sonrisa en el rostro y seguí mi camino llegando a mi auto.

- Debería ir a la feria, la rueda de prensa es una buena noticia para publicar, será el centro de atención, es mejor que ir tras de un asesino fantasma – concluyó riendo mientras se subía a su auto y salía del estacionamiento.

Bufé y subí a mi coche, para luego salir en dirección a la casa de Alfred ya que allí lo buscaría para luego ir a mi casa, sin embargo, en el trayecto le estuve dando vueltas a lo que me había dicho el detective, no lograba sacar sus palabras de mi mente, hasta que entonces logré entenderlo todo.

“El centro de atención”

Recordé la pista “En este pueblo hace falta emoción, y es mejor que no seas el centro de atención”.

Frené el auto de golpe, ahora todo tenía sentido, lo emocionante si era la feria, pero había olvidado la segunda parte de la pista. Miré la hora en mi celular, eran las 7:55 p.m. No me quedaba tiempo, no podía ir a buscar a Alfred, así que di vuelta y conduje en dirección al evento, mientras le marcaba al número de mi mejor amigo, pero este no respondía.

Conduje a toda velocidad, con los latidos de mi corazón retumbando y dejando eco en mi cabeza, necesitaba llegar a tiempo o sería una tragedia, la vida de una persona dependía enteramente de mi en ese momento y haría lo que fuera para salvarlo.

Al llegar a la feria me bajé del auto y corrí hacia adentro mirando el reloj, apenas faltaban dos minutos para las ocho de la noche, en mi vida nunca tuve tanta seguridad en que un minuto podría hacer la diferencia.

Mientras corría esquivando persona choqué con una espalda dura y grande – discúlpeme – dije levantando la cabeza para encontrarme con el detective Gutiérrez su cara era igual de sorprendida que la mía.

-Así que siguió mi consejo – dijo con una estúpida sonrisa de triunfo, pero yo no tenía tiempo para discutir.

- El alcalde está en peligro es a él a quien van a… - no terminé de hablar cuando se escuchó un disparo y la multitud se escandalizó, seguido de un segundo disparo que hizo que todos empezaran a correr despavoridos.

Gutiérrez y yo nos miramos con sorpresa y empezamos a correr en dirección opuesta a la gente que huía de los disparos, resultaba casi imposible avanzar en la estampida de personas. Cuando al fin logramos salir de la multitud mis manos cubrieron mi boca por la escena tan aterradora frente a mis ojos, me detuve es seco y mis ojos se llenaron de lágrimas, mi cuerpo se negó a mover, aunque fuera un centímetro y mi mente quedó en estado de Shock por unos segundos. Jamás en mi vida había presenciado algo como eso y sentía que era demasiado para mí.

Frente a mis ojos un caballo herido corría despavorido en el lugar, el alcalde estaba atado a este animal, siendo arrastrado muerto, con un disparo en la frente que cubría todo su rostro de una sangre espesa y casi de color negro. A pesar de ver como Gutiérrez trataba de calmar el animal no lograba salir de mi trance, incluso cuando el caballo corría en dirección a mí, pero todo parecía ir en cámara lenta, mi vista estaba nublada y solo escuchaba un pitido ensordecedor y una voz a lo lejos que no lograba comprender en lo absoluto.

Sentí como alguien me tomó del brazo y me hizo a un lado justo cuando el caballo iba a llevarme por delante, entonces volví a mis cinco sentidos y mi corazón empezó a latir con fuerza por la conmoción, levanté la mirada y quien me había salvado era mi mejor amigo, quien me pegaba a él y trataba de tranquilizarme con desesperación.

- Todo estará bien, Leslie, tienes que calmarte – lo escuché decir mientras me tomaba en brazos y empezaba a caminar.

- Sácala de aquí yo me encargaré de lo demás – escuché la voz de Gutiérrez y hundí la cara en el pecho de mi amigo.

Caminó unos pocos minutos y me subió al auto, me sentía algo sofocada, aún no podía digerir lo que ocurrió y necesitaba urgentemente mojar mi garganta después de que se hubiera secado a tal punto de doler.

- Necesito agua – murmuré cuando me depositó en el asiento delantero.

- No tengo agua aquí Leslie en casa te daré un poco – me explicó, pero no podía esperar necesitaba tomar agua echarme un poco encima.

Negué con la cabeza – necesito agua ahora.

- Está bien, pero te quedarás aquí y no vas a abrirle la puerta a nadie ¿Vale? – dijo con frustración.

Yo asentí mientras lo veía poner seguro a la puerta para luego marcharse, di un suspiro intentando analizar y comprender todo lo que había ocurrido.

De solo pensar que alguien había muerto por mi culpa mi estomago se revolvía y me surgían unas urgidas ganas de vomitar. Al recordar aquel escenario mi piel se erizaba y mi cuerpo se estremecía. A pesar de que sabía que esto podría pasar tenía la esperanza de que habría sido una broma y mi vida seguiría tan normal como la de cualquier habitante del pueblo, pero lo cierto es que mi vida nunca volvería a ser lo que era antes luego de esto.

El teléfono vibró sacándome un salto del susto y sacándome de mis pensamientos. Otra vez ese número, todo parecía detenerse, el bullicio de afuera pareció desaparecer y solo escuchaba la vibración de mi celular. Dudé por un segundo, no sabía si estaba preparada para enfrentarlo nuevamente, no sabía si ahora la siguiente de su lista era yo.

Luego de unos casi interminables segundos decidí contestar, con manos temblorosas me acerqué el celular a la oreja y susurré - ¿Hola?

- Creí que no contestarías, buena chica – es voz retumbó en mi cabeza tan potente como la primera vez.

- ¿Qué quieres? ¿Por qué lo hiciste? – mi voz empezó a quebrarse sin poder evitarlo, me sentía sobrepasada por la situación.

- Calma linda, no llores todo esto lo hago para que aprendas la lección y entiendas que debes ser mía – lo escuché decir.

- ¿Quién eres? – pregunté secando mis lágrimas.

- Eso no lo puedes saber por ahora, no tengo mucho tiempo, como sabes este lugar está lleno de personas

Entonces caí en cuenta de que al otro lado de la línea se escuchaba una algarabía, era feria aún estaba allí, lo que significaba que estaba cerca de mi - ¿Qué quieres ahora no te pareció suficiente?

- Oh claro que no preciosa, apenas estamos comenzando…

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