Cuando miro hacia el pasado, me resulta casi imposible recordar el momento exacto en el que todo cambió. Hasta entonces, mi vida era tan común y corriente como la de cualquier periodista que habita en Bloodwood.
Hasta ese punto mi vida había sido tranquila, aburrida y hasta me atrevo a decir que algo monótona. Un pueblo pequeño, una rutina repetitiva, un trabajo que amaba, aunque con poco futuro en aquel poblado, en una vida tan pacífica nadie espera grandes sobresaltos. Pero ahora soy consciente de que incluso en los lugares más pacíficos, el peligro acecha y las tragedias esperan con ansias hacerse presentes. Nunca imaginé que mi vida pudiera convertirse en un juego mortal. Todo inició con la primera llamada, una voz distorsionada susurró mi nombre como si me conociera mejor que yo misma. “El juego ha iniciado, Leslie” Desde entonces cada palabra suya fue una sentencia y cada silencio un presagio de muerte. Todo inició aquél día... El sol apenas asomaba unos mínimos rayos de luz que se colaban entre las nubes. Aquí en Bloodwood las montañas rodean el poblado, evitando que el sol nos ilumine con sus cálidos rayos y prefiriendo las nubes bajas y la penumbra constante. La mayoría de los días el cielo es cubierto por una muralla de nubes grises y durante algunos momentos la niebla decide enceguecernos, las bajas temperaturas son muy características de este lugar y las calles permanecen casi vacías. Esto hace que los días en este pequeño pueblo tengan una atmosfera gris, algo siniestra y un poco triste. Ese día no era diferente, todo parecía inmóvil, casi eterno, como si el tiempo en este rincón del mundo hubiese decidido detenerse. Las cafeterías abrieron a su hora habitual, las pequeñas oficinas recibían a sus trabajadores para iniciar su jornada, las personas compraban su periódico como siempre y yo comencé mi día con la misma taza de café caliente que siempre termino dejando a mitad, otro día tan monótono como de costumbre, o quizás, eso era lo que yo suponía. Llevé la taza de café hasta mis labios y le di un pequeño sorbo, mientras analizaba el periódico, todo estaba como si fuera un día más, no había nada nuevo, el clima sugería que estaría tan nublado como era normal, los políticos hacían campaña y los deportes anunciaban los resultados de sus partidos. Dejé el periódico a un lado, al igual que mi tasa, respiré profundo y me preparé mentalmente para iniciar mi jornada laboral como solía hacerlo, entonces sentí como algo me sacudió y un pequeño grito escapó de mis labios. - Te atrapé – la voz divertida de mi mejor amigo Alfred llegó a mis oídos avisándome de que había sido otra broma de las que tanto me gastaba. - Eres un idiota ¿lo sabías? – le dije molesta, mientras me acomodaba en mi silla y le daba un leve empujón. - Ya sé que me amas – respondió con su característica voz coqueta. Rodé los ojos y negué con la cabeza sonriendo, siempre era lo mismo con él. Alfred era un chico muy divertido, atractivo y sobre todo coqueto, nunca perdía oportunidad para hacer insinuaciones, hacía mucho tiempo atrás me había pedido que fuera su novia, sin embargo, él nunca fue mi tipo, por lo que preferimos seguir siendo amigos, desde entonces no pierde oportunidad para lanzar indirectas para hacerme incomodar a propósito, a pesar de eso lo quería tal y como era, incluso me atrevo a decir que eso hacía nuestra amistad un poco más divertida. - ¿No vas a trabajar? – pregunté al verlo sin su rutinario uniforme de trabajo. - No, hoy me han dado el día libre – respondió mientras se estiraba. - Entiendo, pues yo sí me iré ya que voy a llegar tarde como siempre – empecé a levantarme al ver la hora en mi reloj, le di un último sorbo a mi café y como era de esperarse, había dejado la mitad del contenido en aquella taza – te toca pagar mi café – le dije antes de salir corriendo sin obtener respuesta. Subí a mi auto, uno un poco viejo y algo descuidado, lo había heredado de mi difunto padre, al igual que mi casa. Puse el auto en marcha e inicié mi camino hacia mi edificio de trabajo, en medio del pueblo, allí había tres mini plazas unidas, la redacción (mi lugar de trabajo, donde creamos las noticias), la editorial y la imprenta, allí ocurría la magia para que los periódicos lleguen a cada habitante de este pequeño lugar. Al llegar me bajé del auto con rapidez e ingresé a mi lugar de trabajo, mi jefe me regañó como solía hacerlo y luego me puse a trabajar. El día pasó rápido, cuando me di cuenta ya era mi hora de salida, tomé mi bolso y cerré mi oficina con llave. Mientras caminaba devuelta al auto saqué mi celular y empecé a revisar si tenía algún mensaje de texto. Al caminar sentí una sensación inusual, normalmente siempre me sentía observada cuando regresaba a mi auto, pero como nunca logré ver a nadie supuse que solo era mi imaginación creando fantasías por la oscuridad, sin embargo, esta vez era diferente, lo sentía más cerca, casi respirándome en la nuca, empecé a sentir un verdadero terror que me obligaba a mantenerme mirando hacia adelante sin detenerme, apresurando el paso y evitando voltearme por miedo a lo que podría encontrarme allí detrás. Aún faltaban algunos metros para llegar a mi auto, así que sin detenerme decidí hacerme la valiente y giré sobre mis pies de repente para encontrar a quien sea que me estuviera siguiendo. Solté un suspiro al no ver a nadie, aunque, era muy fácil esconderse tomando en cuenta que el lugar estaba cubierto por niebla, aunque no tan densa como era habitual. Al llegar a la conclusión de que mi mente otra vez me había engañado di media vuelta y seguí mi camino hasta mi auto. Al subir al auto cerré la puerta y me dirigí a mi casa, el trayecto fue un poco más lento ya que debía tener cuidado por la niebla. Mi casa estaba más retirada que las demás, es una de las razones por las que había decidido venderla, se encontraba en el bosque, justo en el pie de una montaña. Desde pequeña había vivido allí con mi padre, él la había comprado para mantenerse aislado de las personas luego de la muerte de mi madre. Parqueé el auto en la cochera y me dirigí a la puerta, mientras buscaba las llaves en mi bolso. Luego de entrar, encendí la luz y me lancé al sofá para poder leer los mensajes que no logré revisar al salir de la oficina. Tenía dos mensajes de mi tía Abigail preguntando por mi día, ella era como una madre para mí, respondí de inmediato ya que tenía tiempo. “Tan aburrido como siempre ¿y el tuyo?” Salí de la conversación al ver que no estaba en línea y una llamada ocupó la pantalla de mi celular, era Alfred. - Hola Alfred – respondí al descolgar. - Hola linda, ¿Qué estás haciendo? - Pues acabo de llegar del trabajo y pretendo ir a ducharme – le contesté mientras me levantaba y subía las escaleras para ir directamente al baño. - Que hermosa imagen acaba de crear mi mente – dijo y luego soltó una risita maliciosa. - Eres un idiota, voy a colgarte - No, espera lo siento, no te llamé para molestar, solo para invitarte al bar con los chicos – se escuchaba música de fondo. - No gracias, estoy algo cansada, otro día – respondí mientras entraba en el baño. - Siempre dices lo mismo – sonó algo decepcionado y no podía culparlo, ya que tenía toda la razón, pero en mi defensa no me gustaban para nada esos lugares. - Lo siento, prometo compensártelo ¿vale? - Si claro – dijo con ironía – pues te dejo, hablamos luego. - Adiós – y con eso colgó la llamada. Dejé mi celular al borde del lavabo y miré mi reflejo en el espejo, me veía algo cansada, con algo de ojeras por las noches de desvelo frente al celular. Suspiré para liberar la tensión de mis hombros, solo necesitaba una ducha para sentirme como nueva, así que empecé a desvestirme, dejé caer la chaqueta que traía puesta, luego deslicé mis tirantes y me saqué la blusa, quité mis jeans y finalmente me deshice de mi ropa interior, quedando así completamente desnuda. Me deslicé al interior de la ducha y abrí el agua caliente, el sonido del agua chocando con las baldosas llenó el espacio y el chorro de agua tibia hizo contacto con mi piel, acariciándola y dejando placenteras sensaciones a su paso, logrando así, que mis músculos se pudieran relajar por completo. Cerré los ojos y apoyé una mano en la pared mientras inclinaba mi rostro hacia el agua. Fue entonces cuando una sensación extraña empezó a invadirme, primero como un pensamiento vago que luego se transformó en una punzada directa en mi estómago. El presentimiento de que alguien me vigilaba, tal y como había sentido antes. Abrí los ojos de golpe y lancé una mirada a mi alrededor, no había nadie, la puerta de baño estaba cerrada y todo estaba en su lugar, luego miré por la pequeña ventana del baño, desde ahí solo se veía el árbol que se alzaba sobre la casa, sus enormes ramas apenas eran visibles entre la oscuridad de la noche y la neblina espesa que rondaba estos alrededores. Nadie podría estar allí a esas horas, sería muy peligros, además el cristal de la ventana no lo dejaría ver con claridad, todo debía ser otro invento de mi cabeza, al parecer me estaba convirtiendo en una paranoica compulsiva. Negué con la cabeza en desaprobación a los juegos de mi mente y tomé aire tratando de tranquilizarme, pero mi pulso me traicionaba martillando cada vez más fuerte, como si algo estuviese a punto de suceder, como si algo horrible iba a pasarme en aquel instante, entonces, mi corazón se aceleró y un pequeño grito salió de mi boca cuando de la nada mi celular empezó a sonar. Puse la mano en mi pecho y traté de regular mi respiración al darme cuenta de que solo era una llamada. Cerré la llave de la ducha con prisa y me envolví en una toalla, sequé mis pies en la alfombra y salí a tomar la llamada. Cuando descolgué noté que era un número desconocido, por lo que me pareció extraño. - Buenas noches ¿Quién habla? – pregunté aun sintiendo mi corazón latir con rapidez por el susto. - … - del otro lado de la línea solo se escuchaba la respiración calmada alguien, pero no obtuve respuesta. - ¿Hay alguien ahí? – al no escuchar respuesta nuevamente decidí finalizar la llamada – tal vez se equivocó de número Tomé mi ropa del suelo y la llevé al sesto de la ropa sucia, para luego dirigirme a mi habitación, allí busqué un pijama largo debido al frío que estaba haciendo y lo coloqué sobre la cama, busqué en los cajones la ropa interior y decidí no usar sostén, por cuestiones de comodidad. Me puse la ropa interior y justo cuando tomé el pantalón del pijama el celular volvió a sonar. Tomé la llamada, los últimos dos números eran los mismo que los de la llamada anterior así que deduje que era la misma perdona. - ¿Quién habla? – pregunté nuevamente, pero de igual manera solo recibí silencio – si esto es una broma no es divertido – hablé ya empezando a enojarme – si no dices nada voy a colgarte y no volveré a contestar. Una risa empezó a sonar del otro lado de la línea – Leslie, Leslie, Leslie – una voz aparentemente distorsionada con alguna aplicación se escuchó - ¿Qué tal estás linda? - ¿Quién eres? – pregunté empezando a sentirme nerviosa. - aquí lo que importa no es quien soy, sino, que quiero. - ¿Y qué es lo que quieres? – dejé el pantalón a un lado y me senté en la cama. Volvió a reír antes de hablar – Leslie Evans, lo que quiero es hacerte sufrir, porque eres una mala persona. Por tu culpa morirá mucha gente inocente y cuando al fin allá acabado de jugar contigo, entonces serás mía. Sus palabras lograron perturbarme, pero decidí ponerlo en su lugar – esto no es divertido, deberías parar con tu bromita o voy a denunciarte. - ¿Crees que es una broma? – su risa aterradora vuelve a hacerse presente – no Leslie, no es una broma… y para que veas lo real que es solo voy a decirte que ese pijama que piensas ponerte tapa demasiado para mi gusto, aunque tiene un tono rosa que te favorece mucho. Siento como mi sangre se congela en cuestión de segundos, el miedo me paraliza, el terror se impregna desde la punta de mis dedos hasta las puntas de mi cabello. El sonido de la noche desaparece por completo y solo logro oír los latidos de mi corazón, que cada vez aumentan en velocidad y fuerza, esto era algo surrealista. Miré a todos lados con miedo a lo que podría encontrarme, pero no había nadie más en la habitación esto no tenía sentido, era simplemente aterrador. - ¿Qué es lo que quieres? ¿Dónde estás? ¿Cómo es que puedes verme? – empecé a preguntar como loca mientras tomaba la toalla y me enrollaba en ella. - ¿Por qué te cubres?, la vista estaba espectacular – su voz distorsionada retumbaba en mis oídos – escucha y presta atención, de esto depende que alguien muera – mientras lo escuchaba miraba la ventana desde lejos, con miedo de acercarme, ya que estaba abierta – mañana, en la noche alguien morirá, a menos que descubras quien es y logres salvar a esa persona, te daré una pista, para que veas que quiero ayudarte. - ¿De qué hablas estás loco? – le grité presa del pánico. - Escucha atentamente, este pueblo necesita emoción y es mejor que no seas el centro de atención – dijo, dejándome aún más confundida – ahora que ya tienes tu pista, tienes exactamente 24 horas para impedir una tragedia. - Te denunciaré a la policía - Puedes hacerlo, ellos no sirven para nada en este miserable pueblo, me despido – traté de moverme para ver mejor entre las sombras de la ventana – y cierra esa ventana, no vaya a meterse algún desquiciado a tu casa – en ese momento salí corriendo de la habitación despavorida, mientras escuchaba su risa – el juego ha iniciado Leslie.