La llamada se cortó, pero el eco de aquella voz seguía retumbando en mi mente, había logrado asustarme y mucho. Mis pies descalzos apenas hicieron ruido mientras corría por el interior de la casa, evitando mirar hacia las ventanas, cada sombra afuera me hacía imaginar lo peor. Mi única opción era llegar a la despensa; el único cuarto sin ventanas y con una puerta gruesa que podía asegurar.
Llegué y cerré la puerta de un golpe, girando el cerrojo con rapidez. El pequeño espacio estaba lleno de estanterías, latas y cajas de provisiones. Me apoyé contra la madera y traté de calmar mi corazón, pero el silencio se sentía peor que cualquier ruido. Llegué a la conclusión de que lo más sensato sería llamar a la policía, estando tan alejada del pueblo sería una presa fácil si tratara de escapar, así que eso fue lo siguiente que hice, marqué a la estación de policía de Bloodwood, luego de dos tonos escuché la voz de un hombre. - Policía de Bloodwood ¿Cuál es su emergencia? – dijo al descolgar. - Alguien me observa en mi casa, necesito que vengan – susurré mientras mi mano temblaba, a pesar de susurrar mi voz sonaba histérica. - Un momento, necesito que guarde la calma, explíquese mejor por favor - Alguien me observa por las ventanas de mi casa, me llamó y me amenazó, necesito que alguien venga por favor, estoy encerrada en el cuarto de la comida – traté de explicarle. - Deme su dirección por favor, enviaremos a alguien. - En la casa del bosque, soy Leslie la hija de Leandro Evans - La casa de los Evans, entiendo, no salga de donde está. Enviaremos a un oficial – con esto concluyó la llamada. El silencio era un enemigo cruel, no hacía más que ampliar cada pensamiento oscuro que se apoderaba de mi mente. ¿Y si lograba entrar? ¿Qué tal si eran más de uno? ¿Y si la puerta no era lo suficientemente fuerte para detenerlo? Mis manos estaban frías, y me las llevé al pecho, intentando calmar mi respiración. Cada minuto se convertía en una eternidad, sentía que pasaban las horas y nadie llegaba, me daba la impresión de que tenía demasiado tiempo esperando, incluso me planteé salir de mi escondite, pero luego recapacité. Entonces, un golpe seco resonó contra la puerta de la despensa. Salté, mi espalda chocó con la estantería detrás de mí, haciendo caer una lata al suelo. - ¿Señorita Evans? Soy el detective Daniel Gutiérrez – la voz firme de un hombre resonó detrás de la puerta – ya puede salir, he venido a ayudarla. - ¿Cómo sabré que en verdad es policía? – en ese momento podría dudar hasta de mi propia sombra. Lo siguiente que vi fue como introducía su identificación por debajo de la puerta, la tomé en mis manos, nunca en mi vida había visto al hombre de la foto, lo que me pareció extraño, puesto que en Bloodwood todos nos conocíamos debido a lo pequeño que era el poblado, además, por mi trabajo había visitado la estación de policía en muchas ocasiones y jamás vi a aquel hombre. - Lo siento, pero no lo conozco. - Es porque apenas acabo de llegar al pueblo, soy de fuera, es mi primer día aquí – argumentó, pero eso no era suficiente para convencerme. - Pues no abriré la puerta. - Entonces me iré y se quedará sola otra vez. No le queda más opción que confiar en mi - concluyó y tenía razón. - Está bien – me rendí luego de analizar las posibilidades. Abrí la puerta y me encontré con un hombre alto, de piel bronceada y ojos marrones oscuros, casi llegando a negros. Salí de mi escondite y me paré frente a él, lo detallé con la mirada, su cabello era castaño oscuro, tenía una barba que lo hacía ver algo maduro, se notaba que hacía ejercicio, su expresión era seria y no llevaba uniforme de policía. Noté como su postura dio un ligero cambio al verme, sus ojos me recorrieron de pies a cabeza y luego me sostuvo la mirada. Recordé que aún iba en toalla y la vergüenza se hizo presente, sentí el rubor en mis mejillas y no fui capaz de mantener el contacto visual. Le extendí su identificación – aquí tiene. Él la tomó y la guardó en el bolsillo de su gabardina – bien señorita Evans, ya revisé los alrededores de la casa y no he visto a nadie, ni siquiera algo sospechoso, ¿Podría decirme ahora con más calma que es lo que ha pasado? Asentí con la cabeza – claro. Pues llegué de trabajar hace un rato, me estaba bañando cuando alguien llamó a mi celular y contesté, pero nadie respondió. Luego, la misma persona llamó cuando iba a vestirme, volví a tomar la llamada, pero esta vez habló alguien. - ¿Un hombre? ¿Una mujer? – preguntó. - No lo sé con certeza, su voz parecía distorsionada, como si hubiera utilizado algo para modificarla – le expliqué – pero imagino que es hombre, por las cosas que dijo. - ¿Y qué es lo que ha dicho? – indagó. - Pues algo de que morirían personas por mi culpa y que luego de jugar conmigo vendría por mí. - ¿Sabe que esto pudo ser una broma de cualquier chiquillo? Incluso de algún amigo suyo ¿No? - No fue una broma, esa persona me estaba mirando, describió el pijama que estaba a punto de ponerme y me advirtió que debía cerrar la ventana que estaba abierta – le respondí empezando a alterarme – ¿Cree que un amigo me espiaría mientras me visto? - Está bien, le creo, no hay problema – cada cierto tiempo me miraba y luego apartaba la vista hacia otro lado - ¿Qué tal si se viste y luego resolvemos esto? - No voy a volver a esa habitación yo sola – le advertí y el asintió. - La acompaño. Lo guie por el pasillo, todo me parecía más oscuro y siniestro de lo habitual, mi mente empezaba a jugar conmigo una vez más. Al llegar a la habitación Daniel buscó en cada rincón y se aseguró de que no hubiera nadie, luego cerró la ventana y se dirigió a la puerta. -La esperaré aquí, en el pasillo. Asentí, pero cuando iba a cerrar la puerta una duda llegó a mi cabeza - ¿Cómo pudo entrar en mi casa? – cuestioné. -Estaba abierto, la puerta no tenía seguro. Toqué dos veces y al no obtener respuesta entré – explica con simpleza. - Entiendo – y con esto cerré la puerta, buqué algo de ropa abrigada y luego me vestí en cuestión de minutos. Al terminar de vestirme abrí la puerta y ahí estaba el detective, esperando como había dicho. Nos dirigimos a la sala y allí lo invité a sentarse para poder explicarle mejor. - Bien, ahora explíqueme con calma y evite omitir detalles – Dijo sacando una mini libreta. Tomé una respiración profunda y luego inicié – pues esa persona dijo que quería hacerme daño, que yo era una mala persona y que por mi culpa moriría mucha gente. También dijo que cuando termine vendría por mí, por lo que me resultó algo estúpido y creí que era una broma, pero entonces el describió la ropa que estaba a punto de poner y supe que me vigilaba desde alguna parte. ¿Eso le parece una broma? - Pues no parece broma ¿Le dijo algo más? - Dijo que mañana en la noche moriría una persona y yo debía descubrir quién, me dio una pista y luego me advirtió que cierre la ventana – concluí. Vi como frunció el ceño - ¿Una pista? – asentí - ¿Cuál es? Miré hacia arriba tratando de recordar – creo que era algo relacionado con emoción, no puedo recordarlo bien, estaba muy asustada. - Entiendo, imagino que debido a lo sucedido no querrá pasar la noche en casa ¿Cierto? - Así es – le confirmé. - ¿Tiene algún lugar donde quedarse? – cuestionó. Pensé por un momento en ir a casa de mi tía, pero desistí de la idea al recordar al odioso de su marido – en casa de mi mejor amigo, tal vez lo conozca él también es policía. - ¿Cuál es su nombre? - Alfred Gautier – empezamos a levantarnos. - Pues me parece que aún no tengo el placer, vamos la escoltaré hasta allá. - Gracias, solo deme un momento para buscar algunas cosas – le dije mientras caminaba hacia la habitación. - ¿La acompaño? - Si por favor. Busqué mis cosas me aseguré de cerrar todas las puertas y ventanas, tomé mi coche y me dirigí a casa de mi mejor amigo, Daniel me seguía en su auto, fue un poco arriesgado el regreso ya que la neblina se espesaba a medida que se hacía más tarde. Luego de un largo trayecto llegamos a casa de Alfred, estacioné mi auto en frente y me acerqué al coche de Daniel para despedirme. -Buenas noches detective, gracias por acompañarme hasta aquí Él sonrió – ha sido un placer, no sería bueno que vuelva a su casa sola, lo mejor es que pase un tiempo fuera y cuando deba ir, hágalo acompañada, hasta que confirmemos que es lo que sucede. -Así lo haré, que tenga buenas noches. -Igualmente – correspondió y se mantuvo esperando hasta que entré en el apartamento, pude abrir la puerta ya que tenía llaves. Al ingresar todo estaba apagado, lo más seguro era que Alfred siguiera con los chicos en el bar, pero sabiendo que él debería trabajar al día siguiente no me preocupé en pensar que estaría sola, ya que seguro llegaría temprano. Su casa era bastante pequeña y es lógico si tenemos en cuenta que era un joven soltero que vivía solo. Era un apartamento de un piso, tenía una pequeña galería, una mini sala con un desayunador que la separaba de la cocina y una habitación con el baño dentro. Entré a la habitación y me despojé de mi ropa, saqué el pijama que llevaba en el bolso que había traído y empecé a vestirme, justo cuando iba a ponerme la blusa alguien me tomó por detrás y se pegó a mi cuerpo, haciendo que grite por el sobresalto. No tardé ni un solo segundo en empezar a luchar por mi vida y con desesperación gritar por ayuda, entonces su mano tapó mi boca y el pánico se apoderó de mí. - Cálmate solo soy yo, los vecinos se asustarán – escuché la voz de Alfred y mi alma volvió a su lugar. Inmediatamente su mano se retiró de mi boca y me soltó - ¿Estás loco, imbécil? - Wow pero que te pasa, solo te hice una broma – sus ojos bajaron a mis pechos y los cubrí con la blusa del pijama. Su cara de asombro me hizo dar cuenta de lo asustada que aún estaba y lo mal que acababa de hablarle, él siempre me hacía estas bromas, era parte de su personalidad y aún no estaba enterado de lo que había sucedido. - Lo siento – me disculpé – es que aún estoy muy nerviosa, alguien me llamó para amenazarme y yo… - Espera ¿qué? – me interrumpió, su preocupación se hizo evidente cuando su expresión cambió a una seria y preocupada - ¿Cómo que te amenazaron? ¿Quién? - No lo sé, solo sé que esa persona me estaba espiando en casa - ¿Cómo? – vi como empezaba a enojarse - ¿Por qué no me llamaste? - No pensé en nada, solo trataba de esconderme y llamar a la policía, además tú estabas más lejos, ibas a tardar más en llegar – le expliqué. - De cualquier forma, debiste avisarme. - Si lo siento, voy a vestirme y luego te cuento todo ¿Va? – lo vi asentir. - Me daré una ducha, Charli me echó su bebida encima – señaló su camiseta mojada. - Es cierto, apestas a alcohol – hice una mueca de desagrado y él rodó los ojos antes de tomar su toalla y meterse al baño. Terminé de ponerme el pijama y unos calcetines, me hice un chongo alto y busqué en la nevera algo para cenar. Encontré jamón y queso, así que decidí hacer sándwiches con jugo de naranjas. Justo cuando terminé de poner la cena en la pequeña mesita frente al sofá y el televisor, Alfred salió de la habitación, vistiendo solo un pantalón de pijama de cuadros rojos y negros, su torso estaba desnudo y su cabello negro estaba mojado y alborotado. No pude evitar repasar por enésima vez cada centímetro de él, estaba en muy buena forma, siempre había estado obsesionado con su imagen, su cabello negro azabache hacía un buen contraste con su piel pálida y sus ojos azules, no era tan común ver a alguien con ese color de ojos en el pueblo, pero él no era de este lugar, su padre era francés y su madre una hermosa estadounidense, había llegado aquí cuando estaba pequeño y de vez en cuando se iba de vacaciones por meses. Sus facciones eran muy simétricas y su atractivo indiscutible, mentiría si dijera que nunca me gustó ni un poco, pero la verdad es que el hecho de ser mi mejor amigo lo complicaba, porque su amistad era muy valiosa para mi y no quería perderla, así que decidí mantener nuestra amistad, por sobre el deseo, además, a veces era muy inmaduro y también era un mujeriego, no podría estar con alguien así. - Si me sigues mirando de esa manera tan pervertida te denunciaré por acoso – bromeó haciéndome salir de mis pensamientos. - No te estaba mirando – respondí rodando los ojos y desviando la mirada hacia la TV avergonzada. - Como digas – dijo riendo y se lanzó al sofá halándome en el proceso – Ahora sí, necesito que me cuentes todo lo que pasó – me acomodó entre sus piernas y se recostó mientras me abrazaba. Le conté todo a Alfred mientras terminábamos nuestra cena y no omití ningún detalle. Sus ojos se mantenían fijos en mí, y aunque intentaba mantener la calma por fuera, yo conocía a mi amigo lo suficiente como para notar la tensión en su mandíbula y el leve golpeteo de sus dedos contra el borde de la mesa. Estaba determinado a que permaneciera en su casa hasta que todo se aclare y por su manera tan determinada de hablar sabía que no aceptaría un no por respuesta. Las siguientes dos horas las pasamos viendo películas en el sofá, hasta que ya no podíamos con el sueño y recordamos que al día siguiente debíamos trabajar. Cuando finalmente decidimos ir a dormir, me di cuenta de que ya no tenía esa ansiedad sofocante y esa paranoia instalada en el pecho. Su cama seguía tan cómoda como siempre, con las sábanas oliendo a detergente. Me recosté de un lado y él imitó mi acción, sentí como se acercaba a mí y me abrazaba por detrás, cualquier otro día lo habría regañado y le hubiera dicho que respete mi espacio de la cama, pero esta noche su calor me hacía sentir segura, su contacto me relajaba y su cercanía me tranquilizaba. El cansancio finalmente nos venció, y me dejé llevar por la suave respiración que sentía en mi cuello, una sensación que, más que nunca, se sentía como un ancla al que aferrarme en medio de la tormenta.