Segundo Nivel

- Dime, ¿Cómo es posible que tu amiguito te haya dejado sola en una situación como esta? No es muy inteligente de su parte, cualquier loco podría romper la ventana del auto y … - guardó silencio antes de terminar la frase.

Miré a todos lados frenéticamente, otra vez me observaba y eso me hacía sentir como una presa esperando ser devorada por su depredador – deja de asustarme – le grité mientras lo escuchaba reír.

- Es hora de subir de nivel, escucha con atención – dijo y yo preparé mi mente para no volver a cometer los mismos errores, necesitaba recordar cualquier pista – con el caos generado por la pérdida de nuestro querido alcalde, fue muy fácil encontrar a una amiguita perdida en medio de la multitud, pobrecita, buscaba a sus padres, así que decidí ayudarla.

- ¿Qué le has hecho? ¿Le harías daño a una niña? – pregunté incrédula.

- Pero claro que no Leslie, ¿Cómo puedes creer eso de mí? – respondió – solo la traje conmigo para que tú encuentres a su familia y la reúnas con ellos.

- ¿Quién es?

- Ah no Leslie, esa es tu tarea, debes darte prisa en descubrir a sus familiares porque mañana en la mañana la dejaré en el lugar donde deberás encontrarte con ella – mientras lo escuchaba trataba de ver si había alguien vigilándome, pero no logré ver a nadie que no estuviera en lo suyo – el tiempo corre linda tik, tak, tik, tak – y con esto colgó la llamada.

Respiré profundo y decidí ser fuerte, a pesar de todo lo que había ocurrido esta noche, una niña estaba en peligro, y esta vez, no permitiría que se saliera con la suya, lucharía hasta el final y no descansaría hasta ver al criminal tras las rejas.

Con el coraje empezando a circularme en las venas tomé mi celular y bajé del auto, para salir corriendo en dirección a la feria, apenas iba entrando cuando me topé con Alfred y mi grupo de amigos que no había visto en varios días.

- ¿Qué haces afuera? Te dije que te quedaras en el auto – me regañó mi mejor amigo enojado.

- Me volvió a llamar – dije y su semblante cambió completamente.

- ¿Qué es lo que te dijo? – pregunto serio mientras me extendía la botella de agua que había conseguido.

- ¿Hola? ¿De quién hablamos? ¿Si saben que acaban de matar al alcalde y ustedes pendientes a una llamada? – la voz de Sandra llamó mi atención, ninguno de mis otros amigos estaba enterado de lo que ocurría.

- Es una larga historia luego les cuento, ahora necesito que busquemos una niña desaparecida

- ¿Una niña? – preguntó Alfred.

- Si, sé que la han secuestrado, pero no sé quién es la pequeña, solo tengo la sospecha de que sigue en la feria porque la persona que me llamó seguía en aquí, no pudo haberse ido y vuelto tan rápido ¿O sí?

- No lo creo – confirmó él.

- ¿Qué es lo que ocurre? – esta vez habló Osvaldo.

- Solo busquen a una familia que haya perdido a una niña durante la conmoción, luego les prometo explicarles todo, pero apresúrense es de vida o muerte – les pedí y todos estuvieron de acuerdo.

- Esperen – Alfred nos detuvo a todos – en vista de que hay un asesino suelto, por seguridad debemos ir de dos en dos, ninguno debe ir solo.

Todos asentimos e hicimos tres grupos de dos, Alfred y yo, Charlie y Sandra y Osvaldo y Leandro, estuvimos hasta tarde tratando de encontrar alguna familia con una niña extraviada, pero resultó inútil, a fin de cuentas, muchas personas habían huido a sus casas asustadas, otra vez estábamos como al inicio, sin el mínimo rayo de esperanza, todo era demasiado frustrante y no podía permitir que una niña fuese lastimada.

Pasadas las horas, sin resultados, la feria estaba casi vacía, despedí a mis amigos que debían trabajar al día siguiente, no sin antes haberles hecho un breve resumen de todo lo que había sucedido. Alfred y yo nos quedamos más tiempo. La policía había hecho una reconstrucción de la escena del crimen y varios profesionales trabajaban en conjunto.

Vi al detective Gutiérrez en la escena, nos hizo una seña para llamarnos y nosotros acudimos de inmediato - ¿Se siente mejor? – yo me limité a asentir – creo que le debo una disculpa

- Es lo que menos me interesa en este momento – lo corto – puede que haya otra tragedia si no nos apresuramos.

- ¿De qué habla?

- Recibí otra llamada, ha dicho que se llevó a una niña mientras todos estaban alarmados por el escándalo – le expliqué.

- ¿Quién es la niña? – preguntó.

- Eso es lo que debo averiguar, al parecer es solo la primera parte de este nuevo “nivel” – hice comillas con los dedos.

- ¿Por qué lo hace? ¿Qué es lo que busca en realidad? – habló Alfred.

- Según lo que entiendo quiere castigarme, solo que no sé porqué – respondí.

- Tal vez alguien con quien tuviste un conflicto en el pasado – menciona y yo niego.

- Nunca he tenido un problema tan grande como para llegar a esto.

- Bien, entonces hay que descubrir quién es la niña – habló el detective – vengan a la estación mañana temprano, lo solucionaremos.

- Está bien – le respondí.

No había nada más que hacer. Ya agotados, ni siquiera nos molestamos en ir a mi casa por ropa. Estaba demasiado lejos, y lo único que queríamos era descansar.

El trayecto en auto hasta la casa de Leandro fue silencioso. El cansancio pesaba sobre nosotros como una niebla densa, y ninguno tenía ganas de hablar. Al llegar, ambos bajamos del coche y él se apresuró a abrir la puerta. Fue entonces cuando escuché un ruido detrás de mí, un leve crujido que me hizo girar en seco.

- ¿Escuchaste eso? - le pregunté a Alfred, sintiendo un escalofrío recorrerme la espalda.

Él se detuvo un momento, frunció el ceño y negó con la cabeza.

- No escuché nada.

Mi corazón latía con fuerza, pero traté de ignorarlo. Aun así, la sensación de que algo se movía cerca no desaparecía. Me acerqué al auto con cautela, conteniendo la respiración. Y entonces, de repente, una ardilla salió disparada de debajo del coche.

Un grito ahogado escapó de mis labios mientras daba un paso atrás, llevándome una mano al pecho.

La risa de Alfred resonó detrás de mí.

- ¿En serio? - se burló - ¿Te asustó una ardilla?

- ¡Cállate! - refunfuñé, tratando de disimular mi vergüenza.

Él sonrió con diversión y sacudió la cabeza.

-Anda, entra ya. Es tarde y necesitamos dormir.

No hubo más conversación. Ambos estábamos demasiado agotados como para seguir con bromas o charlas innecesarias. Entramos a la casa y, sin perder tiempo, Alfred fue a buscarme algo de ropa para dormir. Me prestó una de sus camisetas viejas, que me quedaba enorme, y un conjunto que Sandra había dejado la última vez que se reunieron en su casa.

-Póntelo mañana, seguro te queda - dijo, dejándolo sobre la cama.

-Gracias - respondí, notando que incluso su voz sonaba más pesada por el cansancio…-

En cuestión de minutos, el sueño nos venció a ambos, envolviéndonos en un silencio profundo y necesario.

El amanecer llegó demasiado rápido. Apenas sentí que había cerrado los ojos cuando Alfred me despertó. Ambos nos levantamos con pesadez, todavía sintiendo el cansancio de la noche anterior, pero no había tiempo para quejas. Teníamos que encontrarnos con el detective Gutiérrez.

Cuando salimos de la casa, el frío matutino nos envolvió de inmediato. La humedad en el aire era sofocante, y el suelo aún estaba mojado por la lluvia de la noche anterior. Pero lo peor era la niebla. Era espesa, densa, como un velo que cubría cada rincón del pueblo, difuminando las formas y volviendo todo más incierto. Encendimos las luces altas del coche, pero incluso así la visibilidad era mínima.

- Esto es una locura - murmuré mientras nos adentrábamos en las calles casi desiertas.

- Sí, pero no podemos detenernos ahora - respondió Alfred, con la vista fija en el camino.

El trayecto hasta la estación fue más largo de lo habitual, la niebla nos obligaba a avanzar con cautela, reduciendo la velocidad en cada curva. Aun así, llegamos sin incidentes.

Aparcamos frente a la comisaría y bajamos rápidamente. Al entrar, la iluminación artificial chocó con la penumbra exterior, obligándonos a parpadear varias veces para adaptarnos. Apenas intercambiamos palabras mientras avanzábamos por el pasillo, nuestros pasos resonando en el suelo de baldosas.

Al llegar a la oficina del detective Gutiérrez, lo encontramos de pie, frente a su escritorio, con el ceño fruncido y la mirada fija en un enorme mapa extendido sobre la mesa.

Nos detuvimos en la puerta por un segundo, observándolo en silencio, hasta que él notó nuestra presencia y nos indicó que podíamos pasar.

-Buenos días – saludó, a lo que nosotros correspondimos igual – he trabajado en una estrategia para resolver nuestra problemática toda la noche, creo que ya lo tengo todo claro – podía notar lo cansado que estaba.

- ¿Qué es lo que haremos? – preguntó mi mejor amigo.

- Hemos anunciado toque de queda, todos estarán dentro de casa, por lo que todos nuestros oficiales empezaran a ir casa por casa, buscando a una familia que haya perdido a una niña – nos explica – he dividido los oficiales por calles, en total son once calles, hay algunas más extensas que otras, esas calles tendrán tres oficiales.

- La calle principal es demasiado extensa solo para tres policías, se necesitan más, hay alrededor de 50 casas – argumento.

- Ella tiene razón – me apoya Alfred.

- Bien, pues entonces nosotros también iremos a esa calle así seremos 5 – concluye.

- ¿Cinco? ¿Se le olvida alguien detective? – pregunté.

- Usted no es una oficial, el trabajo es solo para profesionales, usted debe mantenerse aquí, a salvo, le dejaré un oficial para su protección.

- Ni lo piense Gutiérrez, el problema es conmigo, no voy a quedarme de brazos cruzados – le respondí.

- No está a discusión, usted no debe involucrarse.

Justo cuando iba a protestar mi celular sonó, observé la pantalla y era mi jefe, lo había olvidado por completo, estaba casi segura de que estaría furioso conmigo pues ya debía estar en el trabajo.

-Buenos días – respondí mientras caminaba fuera buscando un lugar privado para recibir mi sermón.

- ¿Te parecen buenos? – lo escuché casi gritar - ¿Por qué demonios aún no llegas? Tenemos una noticia que lanzar, lo que pasó anoche debe estar en los periódicos.

- No podré asistir hoy al trabajo.

- ¿Cómo qué no? Si no traes tu trasero aquí en este momento voy a despedirte – y con eso colgó la llamada.

- Que mal genio tiene – susurré para mí misma.

Cuando me di vuelta los oficiales estaban saliendo de la estación, al parecer iniciando la misión, los últimos en salir fueron Alfred y Gutiérrez.

Me acerqué a ellos antes de que se subieran en el auto – Debo ir a hablar con mi jefe, si saben quién es, por favor me avisan, debo estar atenta porque no sabemos cómo continua esto – hablé en dirección a Alfred quien asintió – y dame las llaves de tu coche, el mío aún está en la feria.

Mi mejor amigo sacó las llaves de su auto y me las entregó - Maneja con cuidado —dijo, antes de girarse para seguir al detective.

Asentí y subí al auto. Aún había algo de niebla cubriendo las calles, aunque empezaba a disiparse con la luz del sol. Encendí el motor y tomé rumbo a mi trabajo.

El camino fue rápido, pero no por ello menos tenso. Mi mente repasaba una y otra vez los eventos de la noche anterior. El pueblo nunca había sido escenario de una tragedia así, y saber que mi acosador estaba detrás de todo me ponía los nervios de punta.

Al llegar al periódico, el panorama fue peor de lo que imaginé. Desde la entrada se notaba el caos. Los reporteros iban de un lado a otro, hablando por teléfono, tipeando frenéticamente en sus computadoras o discutiendo sobre qué información publicar primero. La tragedia de la noche anterior había convertido la oficina en un verdadero campo de batalla.

Suspiré y me abrí paso entre el bullicio hasta llegar a la oficina de mi jefe. La puerta estaba entreabierta, y desde afuera podía verlo inclinado sobre su escritorio, llenando unos papeles con rapidez.

Toqué la puerta suavemente antes de asomarme.

—¿Puedo pasar? —pregunté, con voz firme pero respetuosa.

Mi jefe levantó la vista, con su expresión cansada y tensa. Asintió sin mucho entusiasmo, dejándome entrar.

- ¿Me puedes explicar qué demonios pasa en tu cabeza? ¿Cómo no vas a trabajar un día como hoy? – preguntó – ni siquiera piensas en que esto puede ser una oportunidad para que subas de nivel, por fin un reportaje importante que elevará tu carrera.

- Tengo una explicación.

- Adelante – se recostó en el respaldo del sillón y dejó los documentos en la mesa.

Pensé por unos segundos como iba a iniciar – lo que pasa es que lo que ocurrió anoche, está relacionado conmigo – empecé a explicar e inmediatamente frunció el ceño – hay alguien que me está acosando, esto para él es una especie de juego, mató al alcalde solo para hacerme responsable de su muerte, debido a que no pude descubrir que era a él a quien asesinaría…

-Espera un momento, no estoy entendiendo bien – me interrumpió con cara de incrédulo.

- Es difícil de explicar, pero ahora hay alguien más en peligro, una niña, él la secuestró y debo encontrarla o también morirá.

- ¿Hablaste con la policía sobre todo esto? – preguntó.

- Así es, ya están buscando en todo el pueblo, debido esto es el toque de queda. Por eso necesito que me de unos días libres, solo hasta atrapar a este asesino o al menos hasta que deje de atormentarme – le pedí.

- Haremos un trato, te daré los días libres, pero… - se acercó y puso las manos entrelazadas sobre el escritorio – harás un reportaje de absolutamente todos los sucesos importantes, las pistas, los lugares, las víctimas, los involucrados, todo.

La verdad no sé si tenía cabeza para eso en aquel momento, pero no tenía otra opción más que aceptar, después de todo, esto también beneficiaría mi carrera.

Nos pusimos de acuerdo y cerramos un trato, tenía tiempo indefinido hasta que todo acabase, luego, me dedicaría en cuerpo y alma a crear el reportaje que llevaría el nombre de mi jefe a lo más alto en este pueblo por muchos años, y por qué no decirlo, también el mío.

Apenas subí a mi coche recibí una llamada de mi mejor amigo, la cual descolgué al instante – ¿Que ocurrió?

- Ya sabemos quién es la niña – fue lo primero que dijo – Es Elaine, la hija de tu tía Abigail – su voz sonaba cautelosa, como si tuviera miedo de decírmelo, él sabía cuánto significaban ellas para mí.

- M****a… - sostuve el volante mientras mi corazón empezaba a acelerarse – voy para allá – y con esto colgué el celular.

Me puse en marcha sin perder tiempo. La niebla había desaparecido casi por completo, dejando que el sol se filtrara tímidamente entre las nubes grises. A medida que avanzaba por las calles, el pueblo empezaba a recuperar su ritmo habitual. La gente salía de sus casas, algunos limpiaban los rastros de la lluvia nocturna de sus porches, otros simplemente caminaban con prisa, como si nada hubiera ocurrido. Pero yo sabía que no era así.

Cuando llegué a casa de mi tía Abigail, lo primero que vi fue la patrulla estacionada afuera. Algo en mi interior se tensó al instante. Me apresuré a entrar y lo que encontré dentro hizo que mi estómago se encogiera.

Mi tía estaba sentada en el sofá, con el rostro cubierto de lágrimas, sollozando sin control. Su marido, en cambio, estaba de pie, gritándole con furia a un oficial que intentaba calmarlo sin éxito. Gutiérrez estaba allí también, observando la escena con su típica expresión impenetrable.

Pero no vi a Alfred por ningún lado.

No lo pensé dos veces y corrí hacia mi tía, arrodillándome junto a ella y rodeándola con mis brazos en un intento desesperado de consolarla.

- Tía, tranquila… - susurré - Todo va a estar bien, vamos a encontrarla.

Ella no respondió, solo se aferró a mí con más fuerza, temblando entre sollozos.

Levanté la mirada hacia Gutiérrez, buscando respuestas.

- ¿Dónde está Alfred? - pregunté, intentando no sonar demasiado alarmada.

El detective me miró fijamente antes de responder con su tono calmado y directo.

- Lo envié a terminar con el toque de queda.

Asentí lentamente, procesando la información. Pero antes de poder decir algo más, mi celular comenzó a sonar.

El sonido me sobresaltó. Con un nudo formándose en mi estómago, saqué el teléfono del bolsillo y miré la pantalla.

Mis manos empezaron a temblar.

Otra vez era esa persona.

El miedo se deslizó por mi cuerpo como un escalofrío helado, paralizándome por un segundo. Era él. Otra vez.

Dejé a mi tía con cuidado y caminé hacia afuera de la casa con el detective pisándome los talones, pues por mi cara había entendido lo que ocurría. Una vez afuera tomé una bocanada de aire y decidí contestar.

-Ponlo en alta voz – ordenó, yo solo asentí y lo hice de inmediato.

- Hola – hablé al descolgar.

- Hola linda, ¿Cómo estás hoy?

- Ahórrate eso, ¿Dónde está mi prima? – mi voz salió más desafiante que nunca, tenía una mezcla de emociones que afectaban demasiado mi manera de actuar.

Lo escuché reír – calma preciosa, lo primero es que cuando te llamo es para hablar solo contigo, no con tu amiguito el policía – Gutiérrez y yo nos miramos al comprender que otra vez me estaba observando – así que, si no se va en este momento, voy a colgar la llamada y no te daré ninguna pista, estarás a tu suerte.

Quité el altavoz y le hice una señal al detective para que se fuera, lo hizo a regañadientes, pero al final me dejó sola.

- Ahora si podemos hablar con tranquilidad, la pequeña Elaine está viva, tranquila – solté un suspiro de alivio al escuchar eso – pero no por mucho tiempo.

-No le hagas daño por favor.

- ¿Yo? Claro que no ¿Cómo puedes pensar eso de mí? – dijo fingiendo indignación - yo solo la dejé en un lugar seguro, para que la puedas encontrar.

- ¿Dónde?

-Ese es el asunto, está en un lugar cerrado, tan cerrado que es imposible incluso que el oxígeno ingrese, por eso debes sacarla de allí – su tono de voz cada vez se escuchaba más distorsionada.

- ¿Cuál es la pista? – le pregunté entre diente sintiéndome impotente.

- He decidido darte una pista diferente esta vez, solo te diré que accidentalmente un tanque de gas se quedó abierto en el mismo lugar, lo que aumente sustancialmente la probabilidad de que la pobre se quede sin aire… - lo interrumpo al oír aquello.

- ¿Dónde demonios está? Si le pasa algo te juro que voy a matarte con mis propias manos infeliz – lo amenacé.

Lo escuché reír – el tiempo ya está corriendo Leslie tik, tak, tik, tak.

Y colgó la llamada.

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