Alexei
Hay momentos en la vida en los que, por más que intentes huir, la verdad te alcanza. Hoy, me he dado cuenta de que ya no puedo seguir corriendo, ni de mí mismo ni de lo que realmente siento por Aria. Esto ya no es solo un juego de poder, un intercambio de miradas y palabras vacías para mantener las apariencias. Lo que hay entre nosotros es real, y eso me aterra más de lo que puedo admitir.
Aria ha dejado de ser solo una mujer atractiva a la que no puedo dejar de desear. Ahora es algo más profundo, algo que desafía las reglas que siempre he seguido, las expectativas que mi familia ha impuesto sobre mí. No puedo ignorarlo más. No puedo seguir con este juego. Es hora de enfrentar lo que siento, aunque me destroce.
AriaLa lluvia golpea los ventanales como si quisiera entrar y arrastrarme con ella. Afuera, Roma sigue brillando, caótica y encantadora, como si mi mundo interior no estuviera haciéndose pedazos. Estoy sentada en la alfombra de mi habitación, con la espalda apoyada en la pared y las piernas dobladas contra el pecho, como si así pudiera contener las emociones que me desbordan.No he dormido. No desde la confesión de Alexei. No desde que lo escuché decir mi nombre como si fuera una plegaria… y una condena.Me dijo que me deseaba. Me dijo que me odiaba por hacerle sentir. Que lo suyo conmigo estaba mal, pero que lo quería igual.Y yo… yo
AlexeiDesperté con la misma sensación con la que me había dormido: vacío. Como si algo dentro de mí hubiese sido arrancado de cuajo. No dolía… no exactamente. Era peor. Una molestia sorda, persistente, que se instalaba justo en el pecho y se expandía como humo en una habitación cerrada.Aria.Su voz, su mirada, su maldita manera de decir que no mientras sus ojos gritaban un sí que no se atrevía a pronunciar.Habíamos hablado, o más bien discutido, la noche anterior. Y no importaba cuántas veces reprodujera la conversación en mi cabeza, el resultado seguía siendo el mismo: una pared de orgullo entre nosotros, lev
AriaRecibí la invitación en una caja de terciopelo negro, sellada con un hilo rojo y un pequeño broche de oro que llevaba el símbolo de la familia Volkova: un cuervo con las alas desplegadas.Qué teatral. Qué escalofriantemente perfecto.Lo tomé con la punta de los dedos, como si fuera veneno. Porque, en cierto modo, lo era.—“Se requiere su presencia para el evento anual de alianzas, a celebrarse el sábado a las 20:00 horas. Vestimenta formal. Asistencia obligatoria.” —leí en voz alta, sintiendo que las palabras se incrustaban como dagas.Obligatoria. Qué palabra tan asquerosa.
AlexeiHe pasado los últimos días tratando de mantenerme ocupado, enterrado en reuniones, informes, llamadas... cualquier cosa que mantuviera mi mente alejada de ella. De Aria. Pero es una batalla perdida desde el principio. Su presencia se ha vuelto como una droga: sutil al principio, seductora, pero adictiva hasta el punto de volverme un completo idiota. Uno con trajes caros y un apellido que pesa como una sentencia, sí, pero un idiota al fin y al cabo.—Se te va a enfriar el café —me dice Ivan con su tono seco, cruzando los brazos frente al ventanal de mi oficina.No necesito mirarlo para saber que me está juzgando. Sabe perfectamente por qué estoy distraído
AriaNunca me gustaron los misterios, y sin embargo, aquí estoy, obsesionada con el más peligroso de todos: Alexei Volkova.Él no es el tipo de hombre que se deja leer fácilmente. Su mirada es como un océano helado: hermosa, fascinante… y mortal si te sumerges demasiado. Pero hay algo—algo que vi en sus ojos anoche cuando nuestras palabras se cruzaban como cuchillas afiladas—que no me deja respirar tranquila. No era solo deseo lo que había en su mirada. Era dolor. Y eso, para mi desgracia, me toca algo más profundo que cualquier roce de piel.Hoy me desperté con la determinación de entenderlo. No al Alexei guardaespaldas, ni al hombre con los trajes a medida y el
AlexeiEl problema con usar una máscara demasiado tiempo es que, tarde o temprano, olvidas cómo se sentía tu verdadero rostro.Y yo… yo llevaba años enterrando al Alexei Volkova real bajo capas y capas de hielo, poder, y maldito autocontrol.Pero Aria estaba empezando a derretirlo todo. Y no tenía idea de cómo detenerla sin destruirnos a los dos.Esa tarde, estaba sentado en la terraza del penthouse, con el cigarro apagado entre los dedos. No lo encendí. No por falta de ganas. Sino porque ella lo odiaba. Porque cada vez que lo hacía, me miraba como si pudiera ver a través del humo, hasta encontrar al niño que un día fui. Uno que no tenía nada y lo
AriaNunca he sido del tipo que se deja llevar por los rumores, pero hay algo acerca de la familia Volkova que me hace sentir como si estuviera caminando por una cuerda floja, sin red. Cada vez que pienso que ya he entendido la situación, algo más aparece para desequilibrarme.La noche anterior, Alexei me había mostrado una versión de sí mismo que nunca había creído posible. Algo genuino. Algo que me hizo preguntarme si, tal vez, estaba construyendo castillos de arena sobre una base falsa. Pero, como siempre, la realidad se filtró a través de mis pensamientos. Y hoy, estaba decidida a ver lo que realmente se ocultaba debajo de la fachada de lujo y poder que su familia tan cuidadosamente había levantado.
AlexeiEl sonido de los pasos resonó en el pasillo vacío. Cada uno de ellos me martillaba en el pecho, como un recordatorio de la incertidumbre que me corroía por dentro. Estaba atrapado entre dos mundos, dos caminos que nunca se cruzarían, pero que, de alguna manera, me mantenían colgado de la cuerda floja. Y en el centro de todo eso, estaba ella.Aria.Cada vez que pensaba en ella, una mezcla de deseo y desesperación se apoderaba de mí. No era solo su belleza lo que me arrastraba, era la forma en que veía el mundo, tan diferente a todo lo que yo conocía. Tan pura, tan libre. Y yo… yo era todo lo contrario. Yo estaba atado. Atado a mi familia, a mi legado, a la mafia.