Aria
El silencio entre nosotros pesaba más que cualquier palabra no dicha.
Estaba sentada en el alféizar de la enorme ventana del dormitorio que Alexei me había asignado, con las piernas dobladas y el mentón apoyado en las rodillas, observando cómo la lluvia resbalaba por el cristal como si intentara borrar el mundo. Y quizás eso era justo lo que necesitaba: que todo desapareciera. O que al menos se detuviera por un segundo, lo suficiente para poder respirar sin sentirme atrapada por mis propios sentimientos.
No sé en qué momento pasó. No sé cuándo dejó de ser un simple enemigo con una sonrisa peligrosa y una mirada que podía destruirme desde dentro. No sé cuándo comenz&