Alexei
La lluvia golpeaba los ventanales como si quisiera irrumpir en mi refugio, ese ático maldito donde todo estaba cuidadosamente calculado para mantener a la gente afuera… y a mí dentro. Solitario. Intocable. Controlado.
Hasta que ella.
Aria caminaba por mi espacio como si nunca hubiese sido ajeno. Como si su presencia no fuera una amenaza silenciosa para todo lo que creía tener bajo llave. Cada mirada suya, cada comentario cargado de ironía y dulzura al mismo tiempo, era una grieta en la muralla que tardé años en construir.
Y maldita sea, empezaba a no importarme.
—¿Sabes que si sigues mirando la ventana a