Lía seguía aferrada al cuello de Mikkel, con la cara enterrada en su pecho, trepada sobre sus piernas, gritando aterrorizada, segura de que iba a morir.
El helicóptero giraba como una lata vacía en medio de una tormenta, pero de pronto, el piloto logró estabilizarlo.
Mikkel respiró profundamente, se dió cuenta de que él también estaba abrazando a Lía, sintió su suave aroma y la calidez de su cuerpo.
Apretó los labios, sintiéndose incómodo consigo mismo por reaccionar ante ella, luego le tomó los brazos para alejarlos de su cuello.
—Lía, quítate de encima —dijo en voz baja.
Ella abrió los ojos y miró hacia los lados, la turbulencia había pasado, y fue hasta entonces que se dio cuenta de que estaba sentada sobre las piernas de Mikkel, aferrada a él como si fuera su oso de peluche, enseguida entró en pánico.
—¡Ay Dios! Lo siento —dijo, mientras volvía a su lugar con prisa —yo pensé…bueno…pensé que iba a morir.
Dijo para justificarse, mientras se acomodaba el vestido, su rostro enrojeció