Los días que siguieron en la mansión Skarsson fueron tensos, aunque había calma, había la sensación de que la tormenta se podría desatar en cualquier momento.
Elin se instaló en una habitación de invitados en el ala este de la casa, lejos de las habitaciones principales. Henrik, siguiendo la petición de Mikkel, le asignó a Ana como ayuda personal, con una instrucción clara: atender sus necesidades, pero reportar cualquier movimiento, cualquier llamada, cualquier detalle fuera de lo común.
Mikkel, por su parte, volvió a la empresa, pero no era el mismo, el hombre que entraba y salía de Skarsson Motors tenía la mirada más fría que nunca, sus gestos eran más cortantes, en las reuniones nadie se atrevía a hacerle una pregunta innecesaria. Arthur lo observaba, sabía que algo había pasado, algo gordo. Pero cada vez que intentaba acercarse, Mikkel lo esquivaba con excusas de trabajo o simplemente lo ignoraba.
—¿Qué te pasa, hermano? —le preguntó Arthur una tarde, abordandolo en el pasillo fu