Lía se sentía trasnochada, y desde primera hora de la mañana la acompañaba una migraña terrible, aunque se bañó con agua fría de pies a cabeza.
Oliver aquella mañana descansaba y se le había ocurrió la idea de pintar las paredes de la sala. Lía ya había vomitado en la oficina al no soportar el malestar. Aunque cerró la puerta, el olor seguía entrando y la tenía mareada.
La dueña del edificio llegó inmediatamente se le informó que se le iba a entregar un adelanto de tres meses. Se quedó conversando con Oliver en la sala.
Era una mujer que le encantaba hacerse cirugías plásticas y, aunque se encontrara en sus casi sesenta, le encantaba tener novios de veinte, así que, desde que conoció a Oliver, llegaba personalmente a cobrar cada mes, cuando antes tenía a un cobrador.
Lo estaba elogia