No había visto a Oliver en la mañana. La rutina era que ya estaba despierta para cuando él debía marcharse a trabajar, se sentaba en frente de su escritorio, intentando trabajar; Oliver entraba a la habitación y le pedía que desayunara, informándole qué había cocinado. Y se despedía de ella dándole un beso en la frente.
Para esos momentos ya reconocía que Oliver era un hombre cariñoso, que necesitaba demostrar afecto, así que no debía hacerse ilusiones creyendo que la trataba especial.
Pero esa mañana no habían hablado. Lía había cerrado la puerta del cuarto de estudio y Oliver no la molestó.
Sintió que la mañana avanzó muy rápido y lento a la vez.
No podía seguir así, sería demasiado incómodo para los dos. No podía estropear su convivencia de esa forma.