Capítulo 22
Ya era pleno otoño. El aire estaba helado y, de noche, el frío calaba igual que en pleno invierno. Entre la gente reunida empezaron los murmullos.

—¡Pero si ese muchacho todavía está enfermo! Qué crueldad la de la chica...

—Quién sabe qué habrá pasado entre ellos.

Y era cierto: Lucas seguía convaleciente. De camino al hospital le había subido la fiebre y ahora se sentía cada vez peor. El viento helado le provocó varias toses, y su cara se volvió aún más pálida.

—Clara, ¿hablas en serio? —preguntó con la voz entrecortada.

—Cree lo que quieras —dijo ella con indiferencia.

Lucas apretó los puños y, con una sonrisa forzada, respondió:

—Si eso es lo que quieres, lo voy a hacer.

Y sin pensarlo más, corrió hacia el lago artificial.

—¡Dios mío, va a tirarse!

—¡Deténganlo, alguien! ¡Se va a matar!

Los gritos resonaban, pero nadie se atrevía a intervenir. Lucas trepó la baranda sin dudar. Un segundo después, el chapoteo del agua helada rompió el silencio de la noche.

El lago lo tragó de golpe.
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