Tras ser expulsada de la familia, la vida de Camila se desmoronó por completo.
Sin la protección del clan, se refugió en la habitación más barata y deteriorada de las afueras de la ciudad.
Pronto, los rumores sobre cómo "asesinó a su propia hermana" se extendieron por todos los círculos sociales.
—Quien es capaz de dañar a su propia sangre —declararon fríamente los mayores—, nunca merecerá regresar a esta familia.
Ella intentó buscar apoyo en otros lugares, pero nadie aceptaría a una mujer marcada por el estigma de la traición familiar.
Perdió su identidad y todo lugar en el mundo, convertida en un objeto de desprecio para todos.
Su vida se desgastaba minuto a minuto, devorada por el hambre, el frío y la soledad. Su figura vagaba por las calles como un fantasma sin rumbo.
Para sobrevivir, comenzó a involucrarse en negocios oscuros —vendiendo su cuerpo por mismos que apenas le alcanzaban para vivir—.
Tres meses después, durante uno de esos encuentros, probó por primera vez el "Fruto Pro