Capítulo 18
Unos amables desconocidos
Eira quiso alejarse. Retroceder. Fue puro instinto de supervivencia, pero lo supo desde el primer segundo: era en vano. Ese lobo negro podía alcanzarla en un abrir y cerrar de ojos. No tenía escapatoria.
—Disculpe si estoy en su territorio… yo solamente quería… —intentó decir, con la voz temblorosa. Pero las palabras se deshicieron en su garganta en el instante en que lo vio.
Aquel terrorífico lobo se transformó frente a ella.
Y allí estaba él.
El Alfa a quien había salvado.
Completamente desnudo, cubierto por una fina capa de sudor, su respiración se sentía agitada con su mirada fija en ella. Eira apartó la vista de inmediato, sus mejillas se calentaron y tomaron un color rojizo.
Pero Minhos la tomó del mentón con su mano derecha, firme, y la obligó a mirarlo directamente a los ojos.
—Eres tú… —susurró ella.
—¿A dónde pensabas ir, Omega? —preguntó él, con una voz baja pero manteniendo ese tono rudo y tosco.—. He sido muy condescendiente contigo.
E