Emilio sonrió, mostrándose completamente natural y sin ningún atisbo de incomodidad.
Andrés soltó su mano y miró de reojo a la persona que estaba a su lado. Ella seguía con la cabeza gacha, evidentemente sin intención alguna de saludarlo.
Andrés tampoco la miró más, simplemente respondió a Emilio: — Como están en una cita, no los interrumpiré. Nos vemos.
— Nos vemos —contestó Emilio.
Tras un breve intercambio de cortesías, la dueña continuó guiando a Andrés, mientras Emilio volvía a sentarse frente a Sonia.
— No sabía que él vendría esta noche —le explicó a Sonia.
— No hay problema —respondió ella, recuperando su expresión normal y esbozando una sonrisa.
Emilio no añadió nada más. Hasta ese momento, había sido él quien llevaba la conversación, pero ahora que guardaba silencio, el ambiente entre ellos se volvió incómodo y tenso.
Sonia estaba a punto de compartir su decisión con Emilio cuando de repente se escuchó una voz: — ¡Dana!
Su cuerpo se estremeció involuntariamente. Cuando levant