Sonia seguía en la puerta de la habitación sin haberse marchado.
Cuando Andrés salió y la vio, se sorprendió por un momento.
Luego, frunció el ceño.
—¿Todavía estás aquí?
Sonia no respondió a su pregunta, solo miró hacia el interior de la habitación.
—Está dormida —dijo Andrés rápidamente, entendiendo su preocupación.
—¿Está todo bien? —preguntó Sonia—. ¿De qué hablaron?
Andrés esbozó una ligera sonrisa y tomó su mano para avanzar por el pasillo.
Sonia frunció el ceño.
—Dime algo.
—Estoy muy cansado, solo quiero descansar —respondió Andrés—. Te lo contaré cuando despierte.
Andrés estaba decidido a mantener el suspenso. No importaba cuánto insistiera Sonia, se negaba a hablar.
Al final, Sonia dejó de preguntar.
Andrés había dicho que quería descansar, así que la llevó de vuelta para recuperar el sueño perdido.
Sonia tenía muchas cosas en mente y pensaba que no podría dormir.
Pero cuando llegaron a Villa Azulejo y ambos se cambiaron de ropa y se acostaron, sorprendentemente, se quedó dor