Pero rápidamente reprimió esa sensación y se dio la vuelta para seguir durmiendo.
No sabía cuándo Andrés había regresado.
Entre sueños, sintió como si alguien la estuviera mirando fijamente.
Había corrido las cortinas, así que la habitación estaba completamente a oscuras.
Por eso, a pesar de su presentimiento, cuando abrió los ojos se asustó de todos modos.
Lanzó un grito y se echó hacia atrás instintivamente.
Andrés encendió la luz rápidamente: —Soy yo.
Su voz era grave.
Sonia lo miró frunciendo el ceño.
—Acabo de llegar, te vi durmiendo tan tranquila que no quise molestarte —explicó Andrés despacio—. ¿Tienes hambre? ¿Qué quieres comer?
Sonia se tragó las palabras que quería gritar y respondió: —No tengo hambre.
—Te he comprado un pastel —dijo Andrés de repente—. Como la última vez, pero esta vez es de chocolate. ¿Quieres probar un poco?
Sacó lo que traía.
Sonia sintió de pronto náuseas.
El pastel le recordó aquella noche "armoniosa".
Y al recordar esas imágenes, se dio cuenta de lo e