—Así que, de cualquier forma, intentarás ayudarlo, aunque sea clavándome un puñal en el corazón.
—Sonia, realmente eres... despiadada.
Al terminar de hablar, Andrés caminó directamente pasando junto a ella.
Las blancas olas seguían rompiendo en la orilla, y en la inmensa playa solo quedó Sonia, completamente sola.
...
Esa noche, Sonia y Andrés durmieron dándose la espalda.
A estas alturas, Sonia ya se había acostumbrado a tener a alguien más en la cama.
Pero antes, cuando compartían la almohada, solían hacer algo antes de dormir, o al menos Andrés la abrazaba para conciliar el sueño.
Esta noche, sin embargo, no hizo nada de eso.
Esa figura dándole la espalda a Sonia parecía abrir un profundo abismo entre ellos.
Sonia tampoco se dio la vuelta.
Pronto, la noche pasó.
Cuando Sonia despertó, ya había amanecido.
Andrés ya no estaba.
Sonia no sabía si se había ido a trabajar o a la fiesta que mencionó Erwin, tampoco le interesaba saberlo.
En cuanto al paisaje de los alrededores, ya no quería