Por la noche, en Villa Azulejo.
Andrés nunca regresó, y Sonia tampoco lo esperó, simplemente pidió algo de comida para llevar.
El huevo que cubría su mejilla ya había perdido su temperatura, y la marca roja también se había desvanecido.
Sonia originalmente temía que Andrés regresara y buscara problemas con los Zuluaga, pero ahora parecía que ese pensamiento era innecesario.
Mirando el reloj de la pared, Sonia pensó que probablemente esta noche no volvería.
Esto le resultaba familiar.
—Igual que en esta casa, igual que estar sola.
Un "esposo" meramente nominal.
Solo que esta vez, el lugar donde se recostaba había cambiado de aquella pequeña habitación al dormitorio principal.
Probablemente por esa diferencia, Sonia llevaba un buen rato acostada sin poder conciliar el sueño.
En algún momento, incluso pensó en volver a aquella pequeña habitación al fondo.
Al menos era un lugar familiar, no como aquí, donde el olor le resultaba conocido, pero todo a su alrededor estaba lleno de sus cosas -