—No es lo mismo.
—¿Cómo que no es lo mismo?
Sonia se giró hacia él: —¿Por qué preguntar lo que ya sabe?
Andrés guardó silencio, pero la mano que sujetaba el tenedor se cerró de golpe, ¡los tendones sobresaliendo!
Sonia rápidamente desvió la mirada, con voz aún tranquila: —Además, somos de segundo matrimonio. ¿Qué sentido tiene?
Andrés intentó decir algo, pero Fabiola lo interrumpió: —Estoy de acuerdo. Total, ya tienen el certificado de matrimonio, la boda es solo una ceremonia, no es tan importante.
—Pero deberíamos anunciarlo públicamente. Podríamos organizar una pequeña recepción.
Sonia no contradijo a Fabiola.
Andrés, con expresión impasible: —No, quiero una boda. Ya he encargado que la organicen.
Fabiola frunció el ceño, pero Andrés ni siquiera la miró, solo se quedó mirando fijamente a Sonia.
Ella no le dio ninguna reacción.
La emoción de Andrés se desinfló de repente.
Era como un globo lleno de aire que alguien ha soltado, moviéndose erráticamente en el aire, con una risible deso