Sonia acababa de terminar su sopa cuando vio a Mario.
Él estaba parado en la entrada, con una expresión de duda en el rostro, como si estuviera debatiéndose si debería estar ahí o no.
Sonia lo miró brevemente y le dijo sin rodeos:
—Pasa.
—Señorita Fuentes, le juro que no sabía nada —soltó Mario apenas entró—. Anoche el señor Portero me obligó a acompañarlo, me dijo que usted quería hablar con el señor Campos. ¡No tenía idea de que utilizaría métodos tan sucios!
Su voz estaba cargada de angustia.
Sonia no se apresuró a culparlo, simplemente le dijo:
—Llama a Camilo y dile que quiero verlo.
—¿Ahora mismo?
—Sí, ahora.
El tono de Sonia fue definitivo, y Mario no se atrevió a hacer más preguntas.
Cuando Camilo llegó, ella hizo salir a Mario y a la enfermera.
Era evidente que Camilo no sentía haber hecho nada malo; de hecho, su rostro mostraba cierto disgusto porque su plan no había funcionado.
—¿Fuiste tú quien puso algo en mi bebida anoche? —preguntó Sonia directamente.
Camilo la miró y so