Aimunan
Aimunan
La hipocresía tenía un olor. Un aroma pesado a incienso quemado y a perfume viejo que trataba de enmascarar algo podrido. Su mirada, una laguna oscura de resentimiento, me recorría buscando un rastro de miedo o de vergüenza en mis ojos, pero no lo encontraría. Alex me sostenía la mano con fuerza bajo la mesa, su piel tensa y caliente contra la mía. Era nuestro único ancla en medio de la tormenta.
Media hora antes...
El sol del mediodía caía a plomo sobre el auto. El aire acondicionado apenas refrescaba, solo ventilaba el calor. A pesar de eso, un escalofrío me recorrió al escuchar a Alex.
—Nuestro plan es vivir aquí en Venezuela, no tengo pensado por ahora regresar a Corea. Nuestro hijo nacerá aquí —me hablaba de nuestro futuro inmediato, un futuro que sabía que su padre vería como una declaración de guerra.
—Entiendo tu cultura más de lo que crees. Tu padre es de los más conservadores, pero si a eso le agregas sus propios intereses, entonces será aún más com