Lucía
El mundo parece detenerse por un momento.
Mi respiración se acelera, y el calor de la vergüenza sube hasta mi rostro. Intento cubrirme como puedo con la pequeña toalla, pero es inútil.
Dante no dice nada. Solo me observa con esa intensidad que me hace sentir como si pudiera ver más allá de mi piel, más allá de mis pensamientos. Finalmente, rompe el silencio con una voz baja y controlada:
—Debí tocar la puerta.
Y con eso, se da la vuelta y sale de la habitación, dejándome allí, temblando y completamente expuesta, tanto física como emocionalmente.
El eco de sus pasos alejándose me devuelve a la realidad.
Rápidamente corro de regreso al baño, sosteniendo el lavabo con ambas manos mientras intento calmar mi respiración.
Mis ojos van al reflejo que me regresa al espejo y me llevo las manos a las mejillas al darme cuenta lo sonrojadas que las tengoo. No puedo creer que me haya pasado esto.
¡Cómo es posible que no lo haya escuchado entrar!s
—¡Es tan vergonzoso!
Sacudo la cabeza con fu