—Mi querida Damiana, has regresado, — la bella mujer sonrió inmediatamente.
Damiana afirmó: —He vuelto.
—¿Cómo ha sido tu día? ¿Qué novedades hay? — la mujer acarició afectuosamente el hombro de Damiana.
Damiana se sentó muy cómoda frente a la mesa y encogió los hombros: —Estuvo bien. Conocí a un turista y le prometí ser su guía mañana.
—Oh, ¿sí? — la mujer la miró con gran ternura.
Damiana afirmó. —Voy a asegurarme de que se una a Religión de Pomido.
—Mi hija es la mejor. Estoy segura de que lo lograrás, — la mujer sonrió graciosamente.
Damiana afirmó de nuevo: —Oremos juntas.
—Hmm….
La mujer aceptó y ambas comenzaron a rezar, tomadas de la mano, con la cabeza baja.
Las palabras de su oración eran completamente incomprensibles, como si no fueran de este mundo, un suave murmullo muy extraño y peculiar.
Después de la oración, Damiana abrió ampliamente los ojos: —¿Deberíamos esperar a papá para cenar?
—No es necesario. Está demasiado ocupado para acompañarnos a cenar, — una sombra de tri