La voz de Christian cortó el aire como una cuchilla. Estaba en la entrada del pequeño laberinto de arbustos, y jamás había visto tal expresión en su rostro. No era solo rabia —era una furia primitiva, una promesa de violencia contenida apenas por un hilo de autocontrol.
—Christian. —Antonio recuperó la compostura rápidamente, ajustando el saco—. Solo una conversación amigable con tu... esposa.
—Aléjate de ella. Ahora. —Christian avanzó algunos pasos, cada músculo visiblemente tenso.
—Ella no parecía tener objeciones hasta hace algunos segundos. —Antonio me miró, un brillo malicioso en sus ojos.
—Él trató de agarrarme —dije, mi voz temblando ligeramente con la adrenalina—. Él sabe sobre...
—¿Sobre el interesante acuerdo que tienen? —completó Antonio, una sonrisa cruel formándose en sus labios—. Fascinante arreglo, debo decir. Muy práctico.
Fue como ver un accidente en cámara lenta. Vi el momento exacto en que el control de Christian se rompió. Fue sutil —apenas un pequeño músculo