En la mañana del martes, estaba de pie frente a mi casa, una maleta de tamaño mediano a mi lado y una bolsa nueva al hombro —ambas regalos de Christian. Opté por un look simple: pantalón de jean de marca que me quedaba perfecto, blusa de seda azul marino y zapatillas cómodas. Nada muy llamativo, pero aun así más caro que cualquier cosa que hubiera usado jamás.
Mi corazón se aceleró cuando una Lamborghini Urus negra reluciente se estacionó frente a mi casa. Christian salió del auto, impecable en su traje azul oscuro, lentes de sol reflejando el sol de la mañana. Sonrió al verme, y odiaba admitirlo, pero mi estómago dio un vuelco.
—Buenos días, noviecita —dijo, acercándose para depositar un beso suave en mi mejilla.
—No me digas así —murmuré, tratando de ignorar el olor de su colonia que invadió mis sentidos.
—Como prefieras, amorcito —respondió, la sonrisa irritantemente encantadora nunca abandonando su rostro.
Christian tomó mi maleta sin esfuerzo, poniéndola en el maletero mientr