Día cuatro. 7:00 AM. Oficina de Contrainteligencia, Blake Capital.
Valeria estaba sentada en su escritorio, rodeada por las pantallas frías de su software de vigilancia, la noche anterior había sido el fracaso más exitoso de su misión, había logrado el objetivo táctico (la inmersión), pero había fallado el objetivo personal (mantener la distancia emocional).
Las palabras de Javier resonaban en el silencio de la oficina: "Yo quiero creer en Leonardo."
Esta frase había detonado una reestructuración cognitiva en Valeria, en su mente, Javier Reyes era un apéndice de la maldad de Blake, un simple ejecutor de los "ajustes de mortalidad" en Aquilea, pero en la mesa, Javier se había revelado como una víctima secundaria, un idealista forzado a la obediencia por una deuda de lealtad.
El tercer paso del romance no fue un acto de seducción de Valeria, sino un acto de reconocimiento involuntario, ella se sentía atraída por su nobleza ingenua porque representaba todo lo que la Doctora Serrano había