Capítulo 86.
Capítulo 86.
Todavía me temblaban las manos. No conseguía sacarme de la cabeza la imagen de Virginia con mi hijo en brazos, ese cuchillo pegado a su costado, y yo sin poder moverme por miedo a provocar una desgracia. Esa escena me perseguía incluso con los ojos abiertos.
Adrián dormía tranquilo en su cuna, como si nada hubiera pasado. Yo no. Yo seguía con el corazón desbocado, con el estómago revuelto. Lo acariciaba una y otra vez, asegurándome de que respiraba, de que estaba a salvo.
Y entonces lo entendí con una claridad brutal: no podía seguir así. No podía quedarme esperando a que la siguiente locura de Virginia volviera a poner en peligro lo que más quería. Ella lo iba a intentar de nuevo, lo sabía. Arturo, Cecilia o quien fuera, también.
Me senté en el sofá, agotada, con Jorge delante. Él estaba igual que yo: pálido, con los ojos enrojecidos por la tensión. No hacía falta ser adivina para saber que estaba tan asustado como yo, aunque lo intentara disimular.
—Voy a denuncia