Capítulo 85.
No me dejaba en paz la sensación de que todo estaba escalando demasiado rápido. Arturo había cruzado una línea tan peligrosa que no podía darlo por terminado, y Virginia llevaba semanas sin aparecer, lo cual me preocupaba aún más. Cuando el enemigo se escondía, significaba que estaba preparando el siguiente golpe. Y yo lo sabía. No era ingenua.
Esa mañana estaba en la oficina, revisando pendientes mientras Adrián dormía en la habitación contigua. Tenía un pequeño espacio adaptado para él porque, sinceramente, ya no confiaba en dejarlo demasiado tiempo fuera de mi vista. Jorge estaba en una reunión, y María me había insistido en quedarse en casa para recuperarse del brazo. Yo había accedido, pero sentía que algo podía pasar en cualquier momento.
El silencio se rompió con un ruido seco en el pasillo. Al principio pensé que era personal de limpieza o alguien que había dejado caer un objeto, pero luego escuché pasos apresurados, muy distintos al ritmo habitual de la ofici