XVIII- La Virgen del Mafioso.

—En el nombre del padre, del hijo y del espíritu Santo, amén —escuchó hablar a Emma, mientras entraba al hospital.

—¿Tan mal está? —le preguntó, asustando a la chica—. No fue mi intención...

Emma los miró a los dos y sonrió con amabilidad. Parece que la vida de la Cosa Nostra dependía de la turca que estaba luchando por vivir.

—Hay que confiar en Dios, Fabrizio. Aysel está en cirugía. Los estaba esperando para que fuéramos juntos a la sala de espera —besó la mejilla de su esposo—. La policía está aquí.

Fabrizio cerró los ojos y suspiró.

—¿En dónde estaba Dios cuando Aysel o Sofía estaban sufriendo? —la miró con frialdad—. No soy creyente, pero respeto... Solo no me digas que crea en alguien que me abandonó a mi suerte.

Emma lo miró con tristeza.

—Mi fe es tan grande como lo es la Cosa Nostra. Todos los días pido por ustedes y he sido bendecida día a día. Sé que Aysel saldrá de esta mala situación. Hay gente buena que le pasan cosas malas. Lamentablemente, a Aysel le tocó conocer lo ma
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