Los días pasaban bastante rápido, ya Victoria había ordenado todo en la empresa. Se acostumbró más rápido de lo que pensaba.
Estaba cenando con sus padres, planeaba contarle la gran noticia de que empezó a salir con Mateo, así que tocó la copa de vidrio con un tenedor.
—Familia, tengo algo importante que decirles —sonrió.
—¿Por fin aceptaste a Mateo? —cuestionó Mónica, con una risita.
—¡Mamá! ¿Por qué no esperas a que yo lo diga? —Rodó los ojos, sentándose de nuevo.
Removió el arroz en su plato, aburrida porque le habían arruinado la gran noticia.
—Cariño, ya lo suponíamos, últimamente te arreglas más cada vez que sales con Mateo —la calmó Rafael—. Además, siempre le estás sonriendo al celular.
—Qué bueno que a él sí lo aceptan —Forzó una sonrisa.
—A propósito, ¿te enteraste de lo que le pasó a Samuel? —preguntó el castaño, tragando un bocado.
Bebió un sorbo de vino.
Victoria frunció el ceño, llevaba días sin ver las noticias y Samuel ya no le importaba. Lo sacó de s