Demon estuvo a mi lado cuidándome en cada momento. Sin embargo, a medida que los días pasaban, comencé a tener problemas para controlar mi magia. Los poderes de loba competían constantemente con mis habilidades mágicas, y la lucha interna se estaba volviendo cada vez más agotadora.
Una noche, mientras dormía profundamente, me desperté de golpe. Mis ojos brillaban en un intenso amarillo, y sentía que las orejitas de lobo brotaban de mi cabeza. Mis colmillos estaban afilados y mi poder mágico se activó de repente. La sensación era abrumadora, y el pánico comenzó a apoderarse de mí.
Intenté calmarme, pero la fuerza de mi magia se descontroló. En un instante de nerviosismo, destrocé la ventana de mi habitación. El estruendo resonó en la casa, despertando a Demon de su sueño.
Él entró corriendo, sus ojos estaban llenos de preocupación, y al ver que no podía manejar la situación, me abrazó con fuerza.
—¡Calma, Luna! Estoy contigo, no te preocupes —susurró, su voz suave y reconfortante.
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