CAPÍTULO 45: AUN HAY FUEGO
Maddison
Él parpadea de nuevo. Es como si no pudiera decidir si quiere tocarme, sacudirme o arrodillarse. Su mandíbula está tensa, su cuerpo rígido y sus ojos llenos de dolor y deseo. Yo los leo todos como un libro abierto. Derek Kingsley no puede ocultarme nada.
—No entiendo… —empieza a decir, pero lo corto con una carcajada suave—… ¿Ya pasaron cinco años? Saliste de prisión…
—No entiendes muchas cosas, Derek —susurro, acercándome un paso, lo suficiente para que sienta mi perfume, para que le tiemblen las manos sin razón aparente—. Pero te prometo que esta vez voy a explicártelo todo… con paciencia.
—¿Por qué volviste? —pregunta, casi entre dientes—. Después de todo, después de lo que pasó… ¿por qué ahora?
Me acerco aún más. Puedo ver cada línea de su rostro, cada sombra en sus ojos. La culpa lo carcome y eso me alimenta. Le rozó la mejilla con la yema de los dedos, apenas un segundo, y luego me alejo con la misma rapidez.
—Quizás porque no he terminado con