Maddison
No entiendo por qué acepto.
Tal vez porque Derek me mira como si fuera a derrumbarse si le digo que no, tal vez porque verlo lanzarse sobre Andrew despierta algo que he intentado enterrar, o tal vez porque, a pesar de todo, mi corazón sigue latiendo con fuerza cuando él dice que me necesita.
Lo cierto es que asiento sin pensar.
Me vuelvo hacia Andrew. Sus nudillos aún están rojos y su respiración agitada, la rabia en su rostro se mezcla con algo más difícil de digerir: decepción.
—Lo siento —digo con la voz temblorosa—. Tengo que hablar con él.
Andrew frunce el ceño, pero hay un brillo herido en sus ojos.
—Te estás equivocando —murmura—. Y vas a sufrir por ello.
Sus palabras se me clavan, pero no retrocedo. No porque no duela, sino porque ya estoy rota, porque ya vengo sufriendo.
Salgo de mi departamento siguiendo a Derek, que lleva una ligera sonrisa de satisfacción y subo a su auto sin mirar atrás, tal y como lo hacía antes.
El camino hacia la cabaña está lleno de un silenc