CAPÍTULO 150: NUNCA FUISTE VICTIMA
Vanessa
El café me sabe amargo esta mañana, y no porque esté frío.
Gregory me ha citado en uno de los restaurantes más discretos de la ciudad. Llego primero, por supuesto. Me acomodo en la mesa del fondo, cruzo las piernas y pido agua con gas. No hay razón para que él dude de quién lleva el control.
Pero cuando llega, trae en la mirada algo que me inquieta.
—Te ves agotado —le digo forzando una sonrisa—. La vejez no perdona.
—Y tú te ves patética —responde con tranquilidad mientras toma asiento—. Aun jugando a ser reina cuando ya no queda ni un tablero.
—¿Qué estás diciendo?
No responde de inmediato. Saca del maletín un sobre marrón y lo deja sobre la mesa como si fuera el menú del día. Lo desliza hacia mí con una frialdad que me hiela los dedos antes de siquiera tocarlo.
—Esos documentos ya están en manos de la fiscalía —anuncia—. Confesé todo.
Mi sonrisa se congela.
—¿Todo qué?
—Cómo tú ejecutaste cada transferencia, cómo usaste mis fundaciones par